Durante muchos, muchos años he estado leyendo consejos de escritura de todo tipo, tanto en libros como por internet. A poco que se busque los hay de todas formas y colores, en todos lados… Eso sí, la inmensa mayoría enfocados a escribir novela.
Hoy vengo a hablar de esos consejos que he leído y cómo los he adaptado a mi escritura diaria, a la poética. Porque no todo me vale ni me sirve, pero siempre se puede buscar la forma de usarlo.
Consejo 1: escribir todos los días
Creo que era el consejo más evidente que iba a nombrar por aquí, teniendo en cuenta que es algo que vengo haciendo desde hace muchos años. También quería nombrarlo lo primero para desterrar varios mitos: que la poesía solo se puede escribir en plena inspiración y que si no es imposible escribir nada, que solo se puede escribir a diario si te dedicas a la prosa, etc.
Escribir todos los días puede significar desahogarme, por supuesto, pero no exclusivamente. Puede ser para experimentar con nuevas ideas y darle vueltas a temas. Para anotar impresiones de libros y ver patrones de pensamiento. Para ensayar versos sueltos que luego pueden, o no, convertirse en poemas. Anotar imágenes sobre las que trabajar. Apuntar en alguna parte eso que no terminas de plasmar para volver a intentarlo al día siguiente. O, sin tener que ver con la poesía, desarrollar los temas que luego trato en este blog, también.
Otra cosa buena es que me permite fulminar a la Impostora y, con ello, vencer miedos a la hoja en blanco. Si toca sacar un puñado de palabras diario más vale que lo que sea salga pronto. Como sea.
Prefiero confiar en el trabajo diario. Gracias a eso he podido armar el esqueleto de un libro que, luego, ha crecido de una forma que me ha encantado y se ha convertido en el libro que quería escribir exactamente.
Consejo 2: documentación y trama
Esto quizás suene a los escritores de novelas, especialmente a los que seáis más de mapa que de brújula. En principio, por mi forma de trabajar, no suelo hacerme esquema previo de lo que quiero escribir, pero sí de las lecturas que quiero hacer para documentarme.
Porque, desterremos otro mito: el de que la poesía surge por sí sola, no se documenta. La poesía es todo lo compleja que uno quiera escribirla… como la novela, esto es así. Hay libros por ahí que se basan en otros libros (me viene a la cabeza ahora mismo Los salmos fosforitos, de Berta García Faet, una locura de libro que se basa en el Trilce de César Vallejo), libros que se riegan de lecturas ajenas poderosísimas (la unión entre la obra de Louise Bourgois y Sara Herrera Peralta, por ejemplo), entre otras muchas combinaciones.
Según como sea la idea que tenga en mente, alimentarte de otros libros para escribir va a ser enriquecedor. Vas a buscar lecturas con el tono de lo que quieres transmitir. Y eso es bueno.
Desterremos el mito también de que la poesía no tiene trama, que surge porque sí. ¿Por qué no iba a tenerla, por qué iba a salir de la nada sin un tema? No la concibo en aislamiento, me gusta escribir mis poemas teniendo al menos una idea base que ir desarrollando. Además, cuando trabajo en mis libros voy haciéndome un esquema en paralelo, dividiéndolo en capítulos todo. Es mi forma de organizarme y de organizar lo que estoy escribiendo para que se entienda. ¿Más de narrativa que de poesía? Puede, pero en conjunto hace que la estructura sea más firme bajo mi punto de vista.
Consejo 3: observación
Como he dicho, he venido aquí a desterrar mitos sobre escribir poesía, y uno de ellos es que parece que toda poesía nace de la experiencia individual. Sí y no, pues si algo te agita ese algo te hará escribir… pero también te puede hacer crear una historia alrededor de la vivencia. O un ensayo sobre el tema. No tiene por qué ser poesía de por sí.
En mi caso, si bien en su momento Catenarias nació de un momento muy concreto y muy intenso como fue la pandemia, el último libro que he escrito nace a partir de una imagen. Una imagen también muy concreta, pero que en realidad he usado como espejo para hablar de otras cosas. La observación me ha ayudado a jugar con las voces para intentar hacer que sonase todo como un diálogo constante. Un experimento que ha sido intenso y bonito de escribir, lo he disfrutado mucho.
Observar, tener los ojos abiertos, alimenta mi vista y mis oídos de otras cosas que sé que si no me perdería. Y ayuda a alimentar los textos, a que pululen por ahí las ideas y se enreden entre ellas. No puede crecer igual la poesía si no tiene a la observación de fondo. Y si no que le pregunten a María Sánchez y sus observaciones del campo.
Consejo 4: lectura variada
Parece una perogrullada, pero no lo es para nada.
Para escribir poesía tienes que leer poesía, claro que sí. Entender cómo funciona el verso, cómo surge la musicalidad, cómo fluyen las palabras, cómo estructurar las ideas. Pero no limitarte a leer el mismo tipo de poesía ni leer un único género.
Nunca sabes dónde puede surgir la próxima idea ni qué podrás incorporar luego a tu poema. Todo enriquece y ayuda. Y salir de cuando en cuando también es refrescante para ver nuevas formas de escritura o estudiar qué forma de narrar te gusta y luego incorporarla al poema. O forma de describir. Lo que sea.
Y eso son algunos de esos consejos de escritura que normalmente leo referidos a escribir prosa y que he adaptado con los años al verso. Seguramente haya alguno más por ahí que haya olvidado nombrar, pero estos son los más importantes para mí. ¿Qué consejos añadiríais vosotros?