El Reto del Juntaletras es un reto propuesto por el escritor y bloguero Carlos J. Eguren en su blog El antro de los vampiros y otros monstruos. Consiste en escribir tu novela en 12 meses.
En la última entrega del tema hablé sobre algo importante, la base de todo el proceso: la construcción de la historia. Hoy vengo a hablar en esta entrada de algo que me viene rondando últimamente y ha ocupado mis pensamientos en los ratos en que no estoy trabajando ni estudiando y me he sentado a escribir: el hecho de centrarte y no dispersarte.
La importancia de terminar lo que empiezas.
Es curioso que empiece comentando lo de terminar lo que se empieza cuando ahora mismo, por el momento en el que estoy con la historia (ya trazado su guión y preparada para ser escrita) debería estar hablando justo de lo contrario, de los principios. Pero tiene una explicación lógica y razonable: he sido incapaz de centrarme en esto mientras he tenido en la recámara trabajo que hacer, en este caso una corrección pendiente.
Cuantos más frentes abiertos tengamos es mucho más probable que se nos desvíe la atención continuamente y al final hagamos mucho menos, se nos vaya el tiempo entre cambio y cambio (recordar por dónde ibas, ponerte al día, avanzar, volver a empezar el proceso con otra actividad a los pocos días). Hay quien trabaja mejor así, porque su mente es capaz de separar todo perfectamente, no liarse y poder sacar partido a llevar varias cosas a la vez. Pero no todo el mundo es así y, después de mi experiencia de varios años atrás y de este año en particular, debo decir que en mi caso en concreto necesito ir terminando proyectos para ponerme con el siguiente.
La importancia en este caso no reside sólo en el hecho en sí de poner punto y final. Para mí es importante terminar lo que he empezado porque después de varias historias dejadas de lado por motivos parecidos (llevar demasiado adelante) la sensación de avance que da no dejarme nada pendiente me impulsa para seguir hacia delante. Siempre tengo alguna idea en la recámara, así que cuando alguna empuja porque quiere salir de mí de una vez me dedico a anotar lo que se me vaya ocurriendo, sin escribirla en sí hasta que no he terminado la anterior. Puede que parezca un proceso más frustrante, pero a largo plazo tiene doble satisfacción: la de no dejarme a medias el proyecto y poder empezar uno nuevo.
De ahí que haya tardado tanto en empezar a escribir mi próxima historia, Proyecto Armonía (nombre provisional, ya sabéis).
Si estoy con algo, estoy hasta el final.
Salvo casos que clamen al cielo, cuando empiezo con algún proyecto intento estar con él hasta el final y no dejarlo a medias. Relacionado con lo que he venido contando hasta ahora, no solo necesito terminar lo que he estado haciendo hasta ese momento, preciso un tiempo entre un final y un principio para cambiar el chip y poder centrarme en condiciones en lo nuevo que vaya a escribir.
Este periodo puede ser variable, unas semanas o algunos meses, pero he comprobado ya que no puedo saltármelo. Si no lo hago mezclo lo viejo con lo nuevo y al final termino rindiéndome ante la evidencia y reescribiendo esas primeras partes antes de poder continuar.
No es un tiempo que esté ociosa ese de transición. Lo aprovecho para darme un descanso de lo que haya acabado y, después, ponerme a trabajar con los primeros esquemas y guiones de lo nuevo que voy a escribir (de lo que hablé en la entrada anterior sobre el reto del Juntaletras). Así, en el momento en que me siente de forma definitiva a escribir ya tendré eso avanzado y voy a tiro seguro.
Porque si quiero llegar hasta el final de lo que voy a comenzar tengo que tener muy claro qué quiero contar exactamente. Sólo así seré capaz de no perderme por el camino y evitaré dispersarme.
Distribución del tiempo.
Este verano estoy trabajando desde el uno de julio. Además de eso no he dejado el EIR de lado (y hablé la semana pasada sobre compaginar ambas cosas). Por motivos obvios dispongo de menos tiempo para dedicarme a escribir y debo cambiar de rutina diaria según los turnos. Aún así intento reservar media hora cada día para dedicarme a teclear algo.
Con esto de la media horita diaria (en el desayuno, después de comer, por la noche… según cómo me venga de bien por los turnos y eso) me aseguro de que el cupo de escritura mínima del reto 250 se cumpla y, además, voy avanzando, aunque sea despacio con la escritura. No pierdo del todo el hilo de una sesión a otra y me da la sensación a final de semana, cuando los descansos avanzo aún más, de que he escrito mucho más que si sólo lo hiciese los días que no voy a trabajar.
Obviamente, no todos los días rindo al mismo ritmo. Ni siquiera dedico todos a la historia. Hay días en que prefiero ponerme a otras cosas y es lógico y normal. No soy una máquina. Pero esto me ayuda mucho a centrarme en lo que quiero conseguir, esto es, seguir adelante con el reto del Juntaletras y escribir la historia que tengo en mente.
Escribir es una carrera de fondo.
Creo que el NaNoWriMo, como reto literario, es un estímulo para sentarte y escribir de lo más poderoso. De hecho, si no lo creyera así desde luego no participaría edición tras edición desde que lo descubrí allá por 2011.
Pero por más que me guste como reto, por más que participe año tras año y por más que sepa que este noviembre lo volveré a hacer para darle un avance mayor a la historia que me traigo entre manos no quiero esperar tanto. No pretendo hacer maratones hasta ese momento sino más bien ir poco a poco, sin prisas pero sin pausas. Así, cuando llegue el mes del NaNo en cuestión solo me quedaría la mitad por escribir o, siendo muy optimista, la recta final. La historia esta, si sale tal y como tengo planeada, sé que no será corta, por lo que ese empujón extra durante el mes de noviembre me vendrá de lujo.
Al final, esto de escribir es una carrera de fondo, algo que haces a lo largo del tiempo. Y si quiero sacar resultados de esto, esto es, proyectos terminados, debo centrarme en ellos y no dispersarme. Por ello es tan importante trabajar en el antes, el durante y el después, para que lleguen los resultados.
Cuesta, por supuesto, pero qué aliciente tendría que esto fuese algo inmediato y rápido, algo que no requiriese algún esfuerzo. Ya os garantizo que no sería ni la mitad de satisfactorio.