En este verano de introspección y calma, de ir según fluyen los días, hay avances. Algunos mayores que otros, como todo lo que hago últimamente. A veces con más energía, a veces menos, pero sentarme delante del cuaderno es de las pocas cosas constantes este verano. Hasta la lectura va por rachas.
Y es que tener una criaturita en crecimiento dentro de mí, junto con el calor, me drena las fuerzas. Me deja con la energía justa para muchas cosas. Así que voy más lenta de lo que quisiera en todo porque, de todas formas, desde que sé que esperamos a Bebé la vida ha cambiado de ritmo por completo.
En mitad de esta calma, de este parón que no es parón sino avance a otras velocidades diferentes a las habituales, la escritura surge como única constantes de mi día a día. Pase lo que pase unas líneas, mejores o peores, caen. Lo sutil, lo que tal vez no importe, el libro del día, la experiencia del cansancio… Lo registro todo. La memoria se alimenta de tinta y papel y no quiero perderme nada de lo que están siendo estos momentos de espera y crecimiento.
Sentir, además, a Bebé dentro mientras escribo tiene un toque muy especial. La mano en el vientre para que sea todo más intenso, comunicarnos sin palabras. O con ellas, hablarle a Bebé, contarle qué estoy viendo o sintiendo mientras tecleo o escribo, qué me impulsa a irme al teclado una tarde de domingo más. La experiencia hace que mi escritura en estos momentos se detenga de cuando en cuando, que avance también a otros ritmos.
Escritura de observación. Escritura de calma. Escritura de espera, de vivir a otros ritmos y no tener prisa, ninguna. Van saliendo algunos textos. Van afinándose poco a poco algunos futuros textos. Y, mientras tanto, Bebé va creciendo y, una semana más, me siento a escribir con la sensación de estar muy bien acompañada en este proceso creativo.
Que escritura más consciente, me encanta Mucho bienestar para todo el proceso!!
Muchas gracias, querida. Está siendo una experiencia muy intensa.
Un abrazo.