A veces la escritura no sale. Sin más. No sale por más que se la empuje con todas las fuerzas y se trate de forzar. Todo forma parte del proceso.
Puedo probar un inicio, y otro, y otro, y otro. Todos válidos y ninguno me lleva a buen puerto. Porque ahora mismo lo que vive en mi cabeza es un audio que acabo de oír de María Fornet, saltando de un lado a otro de mi cerebro. Eso y los versos de María Sánchez y su Fuego la sed, el calendario de entradas del blog a un lado del escritorio y preguntas, muchas preguntas.
Ensayar inicios que no llevan a ninguna parte tiene un límite. No es algo a hacer eternamente, por riesgo de agotamiento.
Es de esos momentos en que sabes que has llegado a un punto que toca frenar en seco. Parar, otear el horizonte, pensar el camino y ya en condiciones y con planificación ir tomando el nuevo rumbo. Ir a locas, sin tener nada en mente, a lo que salga, no me lleva a ningún lado. Sí, sé que puedo improvisar todos los días y sacar un puñado de palabras. Puedo y lo hago, es lo que más he estado haciendo desde que retomé el hábito de escritura tras el parto por aquello de no perder el músculo literario. Pero cansa ir dando tumbos página tras página, más cuando hay un proyecto en mente.
También hay cansancio y falta de tiempo, no lo niego. En parte sé que tantos inicios frustrados vienen de ahí.
Así que ahora que toca ir despacio, que no tengo tanto tiempo y que escribo con la peque tan en mente, no me queda más remedio que aplicar lo que dije la semana pasada: es el momento de las pequeñas metas. Y entre esas metas, no ensayar tanto inicio. Explorar otras vías. Explorar otros caminos. Y ya, entonces, saber hacia dónde caminar.
Espero que así la escritura no se atasque tanto como lo hace últimamente.