Tengo un puñado de temas en el tintero sobre los que quiero escribir por aquí. Mi problema es que últimamente no tengo tiempo para nada, trato de arañar ratos para llegar a todo, pero es imposible. Es por eso por lo que hoy traigo una entrada más ligera, hoy toca hablar sobre corregir.
La eterna corrección
Sí, se puede hablar de corregir haciendo una entrada ligera. Lo garantizo. Hoy no me voy a poner a contar teorías, ni a hablar de pasos para hacerlo (recomiendo, mejor, leer este artículo de Gabriella Literaria si lo que te interesa es el proceso). Prefiero centrarme en cómo lo estoy afrontando, porque está siendo la vez que más me está costando enfrentarme a mi propio texto.
Cuando, en su día, tuve que corregir Páginas de Metáforas (nombre provisional, me muero por hacer público en la web el nombre oficial, ojalá que con una portada… algún día) fue todo bastante rodado. Por supuesto, hubo momentos de dudas, hubo cambios (muchos, de modificar la estructura de ciertos poemas, incluso) y hubo texto eliminado. Porque no todo lo que se escribe es lo definitivo, hay mucho de lo que se escribe en un primer borrador que es necesario que salga para, más adelante, borrarlo. La escritura funciona así.
Esta vez, con Lettere, el proceso, aunque conocido, está suponiendo un auténtico reto. Mi nivel de exigencia ha aumentado, aunque supongo que entra dentro de lo normal, como parte del aprendizaje. Lo «malo» es que eso implica darle más vueltas al texto, buscar nuevas formas y nunca estar totalmente satisfecha con el resultado. Sigo repasando ciertas partes que me resultan más conflictivas, sigo borrando o tachando texto y sigo añadiendo partes que siento que le faltaban.
Esta vez las correcciones no van a ser un proceso rápido, lineal y sencillo. Voy a tener que dejar pasar el tiempo entre una revisión y otra para poder sacarle el auténtico jugo que sé que tiene el texto en sí y que aún no termino de verlo relucir (cuestión de autoexigencia, tengo la impresión de que lo que he escrito se puede mejorar y es cuestión de trabajarlo).
Afrontar la corrección de tu obra cuando eres un mar de dudas
Ha coincidido esta corrección de Lettere con un momento de mi vida como escritora en el que dudo de todo y todo me parece mejorable. Es por esto por lo que he tardado casi tres meses en enfrentarme al texto para hacer esa primera revisión. Han sido momentos un poco frustrantes, por lentos y pesados, pero espero que merezca al final la pena.
¿Qué pasa cuando tienes en borradores versos que te convencen más que los «oficiales», pero no encajan para nada con la idea que quieres transmitir? ¿Y cuando ese poema que has escrito y te encanta vas a tener que eliminarlo porque no tiene mucho que ver con el resto? ¿Qué se debe hacer si la idea de un poema te gusta, pero no cómo está escrito: lo reescribes, lo eliminas o lo dejas para más adelante? ¿Qué harías si al final, de todo lo que tenías pensado, no sale lo que buscabas, más bien tienes otro resultado entre manos? ¿Y qué pasa con todo eso que eliminas porque, aunque no esté mal, no formará parte de la versión definitiva por diversos motivos? ¿Qué hacer si encuentras en el cuaderno, buscando para escribir una entrada, un poema que pasaste por alto en la versión de borradores, lo incluyes a la corrección o te olvidas de él?
Y así podría seguir media mañana, tecleando las mil y una dudas que están ralentizando el proceso de corrección y por las que me hago aún más preguntas sobre lo que tengo entre manos. La principal: ¿estaré acertando o me estaré equivocando?
Ante esto, lo único que he conseguido implementar como solución ha sido dividir el texto en pequeñas partes y trabajar cada una de ellas de forma individual. Las dudas siguen siendo las mismas, pero prefiero enfrentarme cada día a una pequeña parte del proceso y centrarme sólo en eso.
Qué haré con lo que se quede en borradores, no lo sé. Lo único que sé en estos momentos es que, tras esa primera vuelta que le he dado a Lettere aún me queda trabajo por delante. Pero si fuese fácil qué emoción tendría esto, qué dificultad, qué proceso de mejora. Si fuese tan fácil como escribir un libro cada año no tendría el mismo aliciente esto de sentarse a diario, también tiene que tener su punto de querer mejorar sobre lo presente e ir más allá. Me quedo, a modo de resumen, con algunos versos sueltos que he encontrado en mi última revisión del cuaderno, entre corrección y corrección:
Algo se rompe y descompone
en las sombras de mis entrañas
cuando no llega,
por más que lo espere.
Aguardo con el ansia
del niño impaciente
ese poema que bulle
y reverbera dentro
aunque aún no se manifieste.