La entrada de hoy nació hace unos cuantos días, echando la vista atrás en el cuaderno actual para rescatar algunas notas con intención de usarlas en un proyecto. Leyendo un poco por encima algunas páginas he encontrado ciertas cosas interesantes además de lo que ya buscaba, por lo que la idea de escribir esta entrada vino casi de la mano.
Ejercicio literario: la retrospectiva
Como ya he dicho alguna vez por aquí, pienso en papel. Desde que a finales de 2009 empezase a llevar conmigo siempre un cuaderno (consejo que me dio entonces Elena Cardenal y que le agradeceré siempre) he rellenado unos cuantos ya, diez con el actual, y en cada uno de ellos he ido dejando todo tipo de recortes literarios y no tan literarios (por ahí hay seguro algún apunte de enfermería de cuando estudiaba el EIR).
Mezclando tintas y colores, a lápiz, con pluma, sin estructura definida… Son un reflejo total de mi forma de ser y un apéndice de mí. Con el tiempo, y con los cuadernos terminados, se ha hecho esto cada vez más patente. Además, es muy curioso ver la deriva que toman ciertas ideas hasta que estas toman la forma de un proyecto. Es por eso por lo que es más que interesante hacer cada cierto tiempo el ejercicio literario de retrospectiva del que vengo a hablar hoy.
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Los primeros cuadernos
Cuando te inicias en algo, sobre todo en algo para lo que no tienes guía, tus primeros pasos son muy dubitativos. Pero es comprensible, también. ¿Qué debe contener un cuaderno literario? ¿Qué no? ¿Qué escribir en él? ¿Cómo? ¿Qué estructura y qué formato usar? ¿Y debería tener, en realidad, un formato rígido o ser completamente flexible y adaptable?
Lo mismo existe ya por los anchos mares de internet alguna guía al respecto, pero ni la busqué entonces ni ahora, a estas alturas, me interesa. Al fin y al cabo, esto es solo una herramienta y depende de una misma, de mis gustos y cómo funciono para que la use y configure de una forma u otra.
En mis inicios empecé a usar la que tenía entonces para el proyecto que tenía entre manos, un intento de novela. Algo así como ese «diario de novela» del que hablaba en la entrada de pensar en papel, pero con el tiempo, y al terminar dicho cuaderno a los dos años, me di cuenta de que no funciono así, que tenía entre sus páginas más cosas anotadas que no tenían nada que ver con esa historia que quería escribir. A partir de ahí lo de anotar todo tipo de ideas empezó a aflorar y los cuadernos me empezaron a durar cada vez menos.
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La evolución
La estructura, por llamarle de alguna forma, que he adoptado con los años es la siguiente: fecha del día en que me pongo a escribir y lanzarme con lo que tenga en mente, sea lo que sea. La mitad de las veces corro a apuntar algo que se me ha ocurrido en ese momento, así que tampoco necesito nada más elaborado.
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Los proyectos que han llegado hasta el final
No todo es anotaciones de cosas sueltas o textos inacabados. También hay desarrollo de páginas que han sido escritas hasta el final y de proyectos que terminé hace tiempo. Algo que me gusta de esta vista atrás es ver cómo he mejorado, cómo hay cosas que antes me parecían que estaban bien y ahora me parecen absolutamente mejorables. También hay fragmentos y partes que me siguen pareciendo bien escritas y que retocaría muy poco actualmente. No todo va a ser malo.
Por otro lado, es interesante ver en qué momento empecé a escribir versos más a menudo. Es interesante cuando se mezclan esos versos con textos en prosa. Ah, y el uso del lápiz cada vez que abocetaba un poema de Páginas de Flores, ese poemario primero que escribí y que, a día de hoy, descansa en el cajón hasta más ver.
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En la actualidad
Si antes tenía mil cosas que no podía mostrar, cada vez escribo más páginas así. Ya sea por desahogo como forma de ordenar la mente o por los fragmentos de cosas que todavía no he terminado, por esos proyectos que peleo por publicar, etc. Eso sí, hay una costumbre que de principio a fin he seguido conservando: anotar las listas de reproducción que esté oyendo en esos momentos.
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¡Qué bonito, manita!
Me ha encantado poder leerte una vez más a través de tus páginas (y descubrir tus cuadernos de otra forma).
Un fuerte abrazo y muchas letras.
Tienen una segunda vida cuando los repasas. Recuerdas vivencias de entonces (esto lo escribí en tal sitio o por aquel entonces me pasó tal cosa) y, además, redescubres ideas que con el tiempo puedes trabajar mejor. Es muy interesante.
Un beso, nos leemos.