Este proceso de corrección que he emprendido más recientemente con Lettere me está enseñando varias cosas, que siempre viene bien, y me está mostrando nuevas realidades que todavía no había afrontado en mi vida como escritora.
Primera lección: el material descartado
La primera de las lecciones que me ha traído este proceso ha sido algo recurrente: el material descartado se puede acumular y pesar más que el borrador más o menos definitivo que consiga.
A base de escrituras y reescrituras no sé cuántas versiones del mismo borrador tengo, pero está claro que la última de ellas es el resultado más definitivo hasta la fecha. Es la versión que más trabajo ha tenido, a la que más vueltas le he dado y con la que más y más he ido descartando.
Me da pena de que el limbo de los poemas no válidos sea cada vez más grande y tenga cada vez más material, pero la exigente que llevo dentro se junta con mi propio síndrome del impostor y hacen que la mezcla sea explosiva. He descartado, mucho, buscando la voz y el mensaje que trataba de transmitir. He probado muy diversas combinaciones hasta dar con la actual. Y ni aún así puedo considerar esto terminado, pero al menos estoy convencida de que lo que se salva es con motivos.
Segunda lección: pasar página
Es duro, pero el momento en que te das cuenta de que toca pasar página y comenzar algo nuevo es cuando ya debes darle un carpetazo definitivo al proceso anterior, para bien o para mal. Y ese es mi caso ahora. Estoy en ese momento en el que quiero quitarme esto de encima cuanto antes.
Siento que tengo que empezar a escribir cosas nuevas. El cuerpo me pide documentarme, pensar algo diferente que no tenga nada que ver con estos poemas. Es como que ya he dicho todo lo que tenía que decir. Y claro, que me pille ese conjunto de sensaciones justo cuando estoy terminando la corrección de un proyecto implica que estoy a punto de llegar a su fin, que esta vez será la reescritura definitiva a falta de ultimar detalles.
Buenas noticias, así podré hablar con más seguridad de Lettere como algo más seguro, algo que pueda mostrar al público y mover por ahí. A ver si así tengo más suerte que la que estoy teniendo de momento con mi poemario anterior.
Tercera lección: con lo que te quedas al final
Con tanta escritura, reescritura, reinicio y vuelta a empezar me quedo con todos los intentos que he hecho hasta dar con un resultado que me satisface. Me quedo también con la forma depurada de todo lo que he ido filtrando, lo que tengo en papel ahora mismo, lo que todavía estoy terminando de retocar. Me quedo con el buen sabor que deja saber que por fin es el borrador que llevaba tanto tiempo buscando.
Me quedo con todo eso a pesar del material descartado. Porque a partir de ahí he podido aprender, conocerme y, sobre todo, he sabido a través de lo eliminado qué es lo que realmente quiero. Solo así soy capaz ahora de mirar hacia delante y pensar en futuros proyectos cuando todavía estoy en proceso de poner punto y final al presente. Todo se andará, por supuesto.
Qué me vas a contar. Ahora estoy dando forma -muy inicialmente- a un nuevo poemario, y bueno… Me he comprometido a no hacer relecturas hasta que no haya acabado de hacer el primer borrador, hasta que no haya puesto las piezas de lo que quiero componer, porque si no, me quedo sin poemario.
Pero a veces surge la magia, y después de darle vueltas y vueltas, todo hace clic y cobra sentido. Me pasó con el último poemario y me encantó. A nadie más, pero a mí sí xD
¡Besos!
Pues en ese punto exacto ando, buscando el clic. Parece que poco a poco las piezas van encajando, a ver si pronto puedo presentarlo a concurso y que vea la luz, por ejemplo.
Besos, me alegro de leerte por aquí.