Hubo un momento en que tenía un puñado de piezas inconexas en mis manos. Hubo un día en que todo esto quedó en papel y tinta, listo para trabajar en él. Hubo agobio, rescate de textos y corrección para salvar lo que merecía la pena. Entonces hubo llama, hilo conductor y esencia.
La llama: apuntes sobre ideas que crecen
A veces es un simple rescoldo, algo cuyo calor residual a veces es lo único que queda y por lo que recuerdas que la idea sigue viva. Otras es una llamarada en las manos, visión a kilómetros de distancia, lumbre que ilumina cuanto quede en su radio de acción, tapando el resto.
Llevo meses acumulando chispas que prenden, rescoldos y llamaradas potentes. Poco a poco el incendio que supone una idea que llevo tiempo arrastrando va cogiendo velocidad, ritmo y forma. Las pequeñas llamas que antes se presentaban de forma escalonada y casual, sin trabajar en ellas ni esperarlas, van siguiendo un patrón.
A pesar de mi trabajo continuo, de no perder de vista este proyecto, todavía su amplitud, su alcance, me es desconocido. No sé dónde parará esto ni qué caminos tendrá, dónde me llevará. Sea donde sea, seguirá prendiendo con la misma fuerza en mi cuaderno.
Cuaderno que, por cierto, lleva en su interior todas las rutas que ha ido trazando hasta el momento. Todo un viaje de lo más fascinante.
El hilo conductor: notas entre conexiones
Tiras de un hilo. Luego de otro. Más tarde, de otro más. Así hasta formarse ante mis ojos un patrón reconocible, un entramado predecible. El mismo que estudio pensativa, que me hace dedicarle el trabajo de un par de mañanas para poner orden.
Junto esquemas, líneas argumentales de todo lo que he tenido hasta el momento, la fecha de ocurrencia, lo que he abandonado, lo terminado, lo que sigue estando en proceso, lo que será escrito. Llego a varias conclusiones. La primera de ellas es que el tiempo medio que le dedico a un proyecto, desde el primer chispazo anotado hasta su punto final, correcciones aparte, son tres años. La segunda, que dejar de lado algo que no llena no es una tragedia, por varios textos que nunca jamás seguirán en mi lista de «pendientes de escribir» tengo otros tantos ya terminados. La tercera, que es posible que este noviembre participe en el NaNoWriMo puesto que hay una idea, una de esas llamaradas que flamean en mi cuaderno, que me atrae poderosamente.
Pero esto último es temporal, provisional.
La esencia: fotogramas sobre lo más íntimo y profundo
Tras el estudio del resto, de todo lo que he tenido entre manos, vuelvo a mi proyecto inicial, al que me tiene de una temporada a esta parte recopilando, tachando, escribiendo y pensando. A lo que me ronda incluso cuando no escribo y me dedico a otros asuntos. A lo que me hace sentir que los ratos de escritura cunden, que esto sigue vivo, que va creciendo y va tomando forma.
No todos los días son buenos. Hay muchos que huyo de mí misma, de lo expresado, y siento que me falta para llegar a mi meta, a aquello que un día atrás, pensando en papel me dije a mí misma. Pero entonces recurro a mis disparadores, a los motivadores que utilizo para concentrarme y hacer de mi sesión algo más que una obligación. Es entonces cuando la esencia del proyecto sale a la luz, se refleja en las hojas que tenga delante y aflora, dispuesta a contarme de nuevo por qué debo escribirlo.
Y yo, que soy una enamorada del papel, que en lo más hondo de mi ser adoro dejarme llevar con una pluma recién cargada de tinta, me dejo embaucar. Olvido el mundo que existe a mi alrededor, olvido cualquier obligación que pudiese crearme en esos momentos, y me centro en esa llama que vuela, lo ya anotado. Me enredo en mis hilos conductores, los mismos que forman el tejido de cuanto llevo dentro y quiero expresar. Es cuando la esencia aflora y la transformo en palabras.