Septiembre, vuelta a la rutina y vuelta a Plan de cuidados literario. Hoy toca retomar una sección que me encanta traer por aquí, preguntas de escritores, para hablar sobre ritmos de escritura.
Preguntas de escritores: ritmos de escritura
Durante todo este mes de agosto que he estado ausente en la web se ha hablado mucho sobre escribir y escritura en general en Twitter. He leído de todo, desde gente afirmando que esto de escribir es una cuestión de talento (como si las horas que se le dedican a esto no fuesen necesarias para llegar a mejorar algo, poco a poco) hasta algunos hablando sobre lo lentos que son, lo rápidos que son otros, etc. Me parecen todos debates muy interesantes, le han dado mucha vidilla a mi timeline cada vez que me conectaba y leía todo tipo de respuestas.
Pero no vengo a hablar hoy de talento, me parece que no hay mucho que explicar sobre el tema: no es una cuestión de valer o no valer de forma innata, es más bien algo que requiere trabajo, constancia y seguir adelante. No es lo mismo lo que una escribe en sus inicios que lo que escribe más adelante. Y siempre se puede mejorar, aunque es algo que llevará tiempo y esfuerzo. Asumirlo es el primer paso.
De lo que vengo a hablar hoy es sobre ritmo, sobre regularidad, sobre retos literarios y sobre rutinas. Sobre cuando todo eso se da a la vez. O cuando nada de eso se da. Y su importancia, por supuesto.
Ritmo de escritura en sí: qué es y qué no es
Parafraseando un poco el título del libro de Florence Nightingale toca hablar de qué es el ritmo de escritura en sí. Se podría definir como la forma de trabajar que utilizas como escritor y que te permite llegar a tener alguna obra terminada al final del proceso. En esto de la forma de trabajar se incluiría tanto el que trabaja de forma constante, un poco cada día, como el que lo hace forma aleatoria, según le apetece o puede.
Dentro del ritmo, por cierto, hay que hablar de otra vertiente del mismo: el número de páginas o palabras por sesión. Sobre esto sólo diré una cosa: mientras se avance, da igual cuánto se haga. En este contexto, tan válido es escribir cincuenta palabras diarias o mil cada semana. O al revés. Cualquier tipo de ritmo, mientras te lleve a tu meta de escritura, es bueno.
¿Es bueno o malo mantener un ritmo constante? ¿O ser arrítmico completamente? La verdad es que yo soy una firme defensora de intentar hacer un poco cada día, por poco que sea, pues así se va llegando a la meta de terminar algo (proyecto, texto, encargo… lo que sea) de forma más sencilla que pegándote la paliza a última hora. Pero entiendo que también que no todo el mundo funciona igual. Que hay quienes consiguen rendir sólo cuando tienen una fecha de entrega o algún tipo de presión externa, sea la que sea, y escriben entonces del tirón. O quienes se mueven sólo a golpes de inspiración o cuando las tareas diarias y demás obligaciones les permiten.
Ritmo constante no es sólo escribir a diario o escribir un mismo número de palabras cada sesión. También es hacerlo el día o días de descanso, una tarde a la semana o de forma periódica, sea cual sea ese periodo. Pero tener una forma de escribir completamente arrítmica, es decir, una vez cada mil años y sin mantener ninguna constante en cuanto a número de palabras (hoy cien, dentro de tres semanas mil, mes y medio después doscientas), no te ayudará demasiado a avanzar, te hará atascarte en tus textos y, además, te hará ser más lento porque cada vez que retomes la escritura estarás en un momento muy diferente con respecto al anterior.
Se podría añadir aquí, para completar aún más, el tema de ir revisando mientras se escribe, si eso retrasa o hace que se mejore, etc. La verdad es que eso daría para una entrada completa debatiendo la importancia de las correcciones y cuándo hacerlas, así que lo dejo para futuras entradas de esta sección.
Regularidad, la compañera inseparable del ritmo
Hablar del ritmo, además de hablar de la cantidad que se consigue en cada sesión, es hablar también de regularidad. Y con la regularidad en mente viene de la mano comentar algo sobre la velocidad escribiendo.
Todos tenemos en mente a esos escritores que admiramos, en mayor o menos medida, porque consiguen escribir barbaridades increíbles de palabras en muy poco tiempo. ¿Eso es bueno, algo a lo que aspirar? No necesariamente, cada uno es un mundo. Puede que sean personas que necesitan soltar su historia cuanto antes, sin filtro y sin revisar, y luego precisen bastante tiempo para corregir. O puede que sean gente muy disciplinada, que se dedican profesionalmente a esto de escribir y tienen fechas de entregar que cumplir, por lo que dedican un montón de horas al día para avanzar a ese ritmo. Por poner algunos ejemplos.
En realidad, los que consiguen esas salvajadas de palabras (o cantidades menos impresionantes, pero que a la larga suman un montón) es porque practican esto con regularidad. La práctica lleva a la mejora, a poder afrontar con mejores herramientas el hecho de sentarse a escribir. Y, por supuesto, algo que se domina más que el que está empezando, algo que ya sabes qué pasos hay que seguir, se puede hacer mucho más rápido que si es la primera vez o llevas poco tiempo haciéndolo.
De todas formas, grandes velocidades o grandes cantidades de palabras no garantizan calidad. Sólo garantizan una continuidad, luego habría que aplicar el factor corrección al producto para ver en realidad en qué queda todo eso. Y tampoco es realmente importante conseguir estas velocidades, contadores de palabras o ritmos endiablados. Lo que importa (o debería hacerlo, al menos) es el resultado final, el proyecto terminado, listo para ser corregido y mejorado.
Acabar algo, por corto y condensado que sea, es de las mayores satisfacciones que se tienen como escritor. No, no es necesario ser rápido o más rápido que otros para avanzar. Ser lento escribiendo no es algo malo.
Regularidad, hacer el trabajo de escribir de forma periódica (y aquí se entiende cualquier forma de repetición, insisto, desde una vez a la semana hasta hacerlo a diario), es lo que hace que, junto al ritmo, se obtengan resultados. El tiempo que tardes en conseguirlo es irrelevante salvo fechas de entrega, por supuesto.
Retos literarios, la receta para intentar mejorar en ritmo y regularidad escribiendo
Una muy buena forma de intentar tener un ritmo lo más regular posible, es apuntarse a un reto literario, sobre todo si no se tiene una rutina estable del tipo que sea y necesitas un empujón externo para empezar.
Retos literarios los hay a miles. Seguro que si ahora entrara a Google y teclease en el buscador «reto literario» me saldrían cientos de resultados: un relato a la semana, palabras en las que inspirarse para escribir (por ejemplo, #WrimoLMDE), el propio NaNoWriMo y sus CampNaNos, etc. Pero también nos los podemos inventar, no hace falta que sean creados por otros, simplemente proponiéndote hacer X en cierto tiempo se podría considerar un reto literario personal (presentarse a tantos concursos literario a lo largo del año, por ejemplo).
Lo interesante de los retos literarios es el hecho de ponerte a prueba, intentar dar lo mejor de ti, salir de la zona de confort para probar cosas nuevas. Todo eso es un aliciente para intentar tener una regularidad (hay una meta que conseguir y que es más visible, más «palpable» que el clásico propósito de «acabar mi novela») y un ritmo más o menos constante. Además, si a todo eso se le añade el ingrediente de compartir con otros el proceso tiene más interés: el apoyo mutuo hace que no sea tan duro el proceso y que cuando el síndrome del impostor ataque y quieras dejarlo tengas motivos para no hacerlo.
De todas formas, tampoco es malo recordar que fallar es humano y que las pausas literarias también son necesarias a veces. Si no te ves preparado para empezar un reto literario en este momento no lo hagas, no te fuerces a ello. Aunque sobre esto, sobre hacer pausas, se podría escribir largo y tendido más adelante, que bastante largo se está quedando esto ya.
Rutinas como meta para conseguir objetivos
Casi se podría decir, a modo de resumen de todo este tocho de post, que lo que obtienes al combinar el ritmo que sea y la regularidad que se pueda, es una rutina con la que avanzar y trabajar de forma estable en esto de escribir. Eso y que muchas veces se entiende por «ritmo de escritura», en general, a esa rutina que de forma consciente se ha implantado uno en la vida para crear. Rutinas y ritmo de escritura quedan, por tanto, íntimamente ligados casi como sinónimos uno del otro.
¿La escritura es importante para ti, la necesitas en tu vida en el grado que sea, crees que merece la pena dedicarle algo más de tiempo que algún momento casual de higos a brevas? Ya sabes lo que toca. Y recuerda: cualquier ritmo, cualquier regularidad son válidos. No hay una única forma de hacerlo, sólo la tuya, la que a ti te funcione. Prueba y experimenta hasta encontrarla.
Me parece interesantísimo. Justo eso es lo que me falta a mí sobre todas las cosas a la hora de escribir: regularidad, ritmo, llámalo X. Conseguí acabar dos NaNoWriMo, pero desde que empecé a trabajar a jornada completa y a vivir en una ciudad, y a tener vida social y obligaciones, la escritura ha quedado postergada. Pero bueno, no es lo que me apetece, así que bien postergada está de momento. El cuerpo ahora solo me pide escribir poesía, así que nada, le daremos lo que pide 😛
¡Muaks!
Trabajar, mudarse… Son cosas que hacen muy complicado encontrar huecos por ahí. Pero bueno, es también lo que dices, si lo que te pide el cuerpo ahora es otra cosa también hay que hacerle caso, forzarse para frustrarse tampoco es plan.
Un beso, nos leemos.