Los días, las horas y los minutos no se han medido en la misma unidad de tiempo en 2020 que en años anteriores. Han pesado y se han ido alargando conforme se iniciaban los meses de marzo hasta diciembre hasta hacer un compendio de tiempo intragable. El tiempo se ha alargado mientras se nos acortaba la vida.
Y en medio de este caos de tiempo ingobernable e intratable, que nos ha ido engullendo mientras nos destrozaba a la vez, ha ido creciendo un libro. Sus primeras ideas ahora me parecen de una inocencia tal que me resulta inconcebible. Pero el punto de partida me parece interesante y hermoso ya que, gracias a él, he podido ir trazando el resto. Y aunque el libro realmente no se ha escrito como tal hasta final del año se ha ido gestando y creciendo, palabra a palabra, durante un periodo de tiempo extraño, un segmento gobernado por los peores sentimientos y sensaciones.
Tiempo. Tiempo para que nos pase por encima las circunstancias. Tiempo para vernos entre pesadillas, en los peores momentos, para que todavía nos sigamos viendo mal porque la tercera ola la tenemos más que encima, nos está devorando. Tiempo para que la rabia se apodere de mí, lo toque todo, se regodee en mi interior y lo impregne todo con su esencia.
Tiempo. Tiempo para poder sentirme con fuerzas para poner orden a mi cabeza. Tiempo para sentarme y decidir que iba siendo momento de pasar al papel. Tiempo para darme cuenta de que estoy en otro momento, en otro paso, en el que las palabras se vuelcan solas.
Tiempo para decirme que ya iba siendo hora de recopilar y avanzar, de escribir, de seguir creando. De que este proyecto, el que más rápidamente he escrito de cuantos he pensado o hecho, siga creciendo hasta llegar a su florecimiento completo.
Tiempo para darme cuenta de cuánto he estado, estoy y estaré volcando en estos poemas.
Tiempo para disfrutar de la sensación de desgarrarme y romperme por dentro mientras escribo porque todo esto debe salir, pero de la forma más buena posible, de la única forma que tengo de no quemarme ni destrozarme de verdad. Porque al final el resultado importa tanto y siento que sano conforme dejo salir lo que durante meses he ido callando.
Tiempo. Tiempo para que escribir se transforme en un placer. Para que lo que escribo, lo que está saliendo, tenga sentido. Para que lo que escribo signifique algo, me digo cada vez que me enfrento a mis silencios espaciados a lo largo del tiempo.
Al final todo se condensa en tiempo.
Todo se condensa en tiempo y, a veces, nos falta el tiempo para que todo cuaje.
Un abrazo.
Gracias siempre por el apoyo. Un abrazo.