Tiendo a dividir. Como si fuesen los capítulos de un libro. O las entradas de un diario. O las canciones de un disco.
Tiendo a separar y crear parcelas para que en el continuo creativo que supone escribir todo tenga sentido y orden. Que luego pueda enhebrar el discurso en el punto mismo donde lo haya dejado con un mínimo de coherencia y sentido.
Y a partir de ahí, dedicarme a ir tirando del hilo más y más hasta construir el armazón del texto, los pilares y, poco a poco, el contenido.
Ahora en la corrección es cuando cobra más sentido la separación. Es cuando esa división del espacio va acompañada del contenido ya creado. Es cuando trabajar se hace más cómodo y sencillo porque mantiene todo una coherencia que, si la buscase de forma artificial a posteriori no podría encontrarla.
Es también ahora, en la corrección, cuando compruebo que esta, mi forma de trabajar el texto y de crearlo, de hacerlo por partes, es algo en lo que he venido trabajando durante tantos años que es la única forma en la que cobra sentido.
No puedo evitarlo, funciono así. Tiendo a pensar mis textos como una suma de partes, como algo que funciona en conjunto de forma orgánica y funcional, sin fisuras, pero cuya construcción la contemplo de forma fraccionada. Y es en esas partes donde me encuentro cómoda sabiendo en qué momento del texto me encuentro exactamente.
Elijo trabajar con lo que me funciona, con lo que tiendo a hacer de forma natural. Elijo no negarme a mí misma y hacer de esto de la escritura un proceso coherente. Si mi tendencia natural es componer poemas y hacerlo de forma que podría funcionar como las canciones de un disco, las entradas de un diario o los capítulos de un libro, que así sea.