Como os he contado más de una vez por aquí, me atasqué. Me sobrevino un bloqueo bastante grande, de los más gordos que he tenido, y me he tirado tiempo sin escribir, solo lo justo por aquí.
Las circunstancias no fueron las mejores. La salud no colaboró. El trabajo pendiente, esa corrección eternizada, no servía de mucha ayuda.
Y justo cuando creo que no voy a volver a escribir como antes y voy a dejar de hacer lo que más me gusta agarro un cuaderno. El viejo, uno de los que más me han durado, el que llevo arrastrando meses de bolso a bolso. Empiezo a llenar páginas con garabatos de todo tipo. Al principio, poca cosa, más por desahogo. Acabo el cuaderno, que tampoco me quedaba tanto. Empiezo el siguiente. No me hago preguntas, no me pongo reglas, solo me vuelco en el papel según me apetece y con la única norma de hacerlo cuando quiera y lo necesite, como hice en el inicio de los tiempos.
Ha ocurrido lo que tenía que ocurrir: me he enganchado a esto de las páginas del cuaderno, a buscar el hueco diario para unas líneas al menos. Sin pretensiones, con tranquilidad, por placer. Sé que no estoy en mi momento más creativo o productivo, pero me noto en un punto en el que me siento a gusto con lo que hago.
Esta vuelta, esta falta de presión, ha conseguido devolverme a mi estado anterior de escritura diaria (o casi diaria, que a veces no se puede). Incluso me han dado ganas de trabajar este verano en las diversas ideas que tengo, algo que no me pasaba desde hace tiempo. No sé qué va a salir de esto ni cuánto me va a durar este estado, pero tampoco me importa demasiado si me ayuda como disparador creativo. Que dure, que se queden conmigo estas ganas de seguir escribiendo más y más.
No sé si os podéis hacer a la idea de lo duro que ha sido (y sigue siendo a veces, no nos engañemos). Para alguien que ha ido de cabeza hacia la escritura de forma regular durante años esto se ha hecho cuesta arriba. Pero me alegro muchísimo de volver a este estado natura mío, ese en el que cualquier momento es bueno si las caricias de la pluma rasgan el papel.
Y yo llevo ya dos fines de semana seguidos haciéndolo entre trayectos de tren, por cierto. Mis favoritos. El tratamiento más necesario, por cierto, para volver a ese estado creativo que tanto añoraba.
Me alegro infinito de tu vuelta al papel. No hay bloqueo que cien años dure 😛
Menos mal, porque se me estaba haciendo ya eterno.
Gracias por leerme siempre ♥