Como cada año en noviembre toca hablar del NaNoWriMo, el reto de escribir cincuenta mil palabras a lo largo de este mes. Y este año me he tirado a la piscina sin tener absolutamente nada planificado. Ni una mísera línea.
¿Qué estoy escribiendo entonces?
Como sabía (y sé) que esto de ponerme a planificar cuando no tengo tiempo iba a ser imposible y que seguramente en algún momento se me hará todo cuesta arriba y no podré seguir, no hice nada. Me dediqué, como mucho, a anotar algunas ideas, que son las únicas bases que tengo, pero son tan generales que apenas si me sirven para tenerlas como guía.
No me iba a torturar con ello. El tiempo no me sobra y en realidad me apuntapuntée al NaNo como desahogo, sin pretender nada serio, así que no me ha sentado mal partir sin nada. En lugar de atormentarme por intentar escribir tanto sin tener ni idea de qué iba a escribir estoy aprovechando para abrir el Scrivener, soltar todo lo que se me va ocurriendo (incluyo ahí ideas que seguramente no lleguen a ninguna parte y reflexiones), improvisar poemas y, en general, escribir de la forma más caótica que se me ocurre.
Está siendo más liberador de lo que parece, de verdad. Al no tener nada a lo que atarme mi única preocupación es la de llegar al mínimo de palabras. Por medio están saliendo cosas interesantes, como los poemas que estoy escribiendo (y que tocará retocar a base de bien a partir de diciembre) o algunos microtextos que podrían resultar prometedores. Reflexionar sobre ideas o sobre motivos en la escritura está siendo también interesante, porque así voy trabajando poco a poco la mirada literaria, que siento que la tengo un poco atrofiada desde que me pasé estos meses tan mal que escribí tan poco. Por último, además de todo lo anterior, me está sirviendo para cerrar algunas etapas de ideas que sé que ya no voy a escribir porque pertenecen a otras épocas que en estos momentos no me representan.
Las primeras sensaciones
En general están siendo más positivas de lo que esperaba. Creía que con la cosa de no tener absolutamente nada planificado iba a durar escribiendo como mucho el primer día y lo iba a dejar en seguida. Me he sorprendido encadenando tres días consecutivos de escritura, algo que me ha costado muchísimo hacer desde enero, y además me noto deseando encontrar este momento de escritura, coger el portátil y dejarme llevar un rato, hacerlo mío, dedicármelo a mí y a la creatividad. Es como si me hubiese reencontrado con una parte de mí que hubiera dejado atrás, la hubiese echado de menos y no ha sido hasta ahora cuando me he podido reconciliar con ese lado que se había alejado tanto de mí.
Cómo necesitaba esto, sentirme así. No se cuánto duraré a un ritmo tan alto de palabras diarias, es bastante probable que en algún momento decaiga, pero desde luego mi única meta es mantenerme, hacer algo cada día por poquito que sea. Y ojalá no dejarlo a partir del 1 de diciembre, seguir, no parar.
Es lo único que me pido a mí misma, seguir creando, no dejarlo. No más pausas, apuntar aunque sea observaciones o anotaciones sobre lo que lea. No más dejarlo porque los ánimos flojean y las ganas se queman. Y si el NaNo me sirve para eso bienvenido sea.