Hay una voz que se alza dentro de mí, clara y cristalina como un chorro de agua. Esa voz que me hace tener a mano siempre un papel o las notas del móvil, lo que pueda según el momento, para ir plasmando el chorro de pensamientos que me invade.
No diré que he necesitado una cuarentena para encontrarme y escribir, pero sí que la he usado como excusa. Sí diré también que cada poco necesito soltar lastre para seguir avanzando, que cada día añado unas líneas más o un puñado de párrafos a un cuaderno que son demasiadas cosas, demasiados frentes abiertos que ahora mismo no me voy a molestar ni en ordenar ni en cerrar.
No, no es el momento.
Es el momento de la supervivencia, de madrugar para seguir adelante, de pelear con uñas y dientes en primera línea de defensa, en plena trinchera, con un protocolo nuevo cada día. Es el momento de dejarme fluir en papel cuando vuelvo o cuando me preparo para ir, sin plantearme siquiera si lo que escribo está bien o no, solo sé que es adecuado. Que sale completamente caliente de las entrañas, palpitante, vivo, y lo expongo como si fuese un órgano a seccionar. Como si fuese yo misma seccionando una porción de mis entrañas para poder estudiarlas y entenderlas, saber cómo funciono.
Saber, quizás, cómo nos estamos manteniendo. Cómo es posible que en plena tormenta asome este rayo de esperanza que supone inyectarle tinta nueva al cartucho para seguir escribiendo con esta pluma. Cómo es posible que entre las necesidades vitales de comer y dormir, las únicas en exclusiva que casi me permito, esté asomando también esta mientras camino por los pasillos de casa, cocino o batallo con el agotamiento diario antes de caer rendida al sueño.
Cómo es posible que siga escribiendo. Cómo es posible que esta situación me haga sacar a la escritora que llevo dentro cuando la enfermera que está fuera se relaja. Cuando la enfermera está agotada, exhausta, llena de heridas y marcas en las manos y con la cara dolorida de las mascarillas. Cuando la escritora llevo sin invocarla de verdad demasiados meses y mis intentos de escribir en serio sucumben nada más pruebo a llevarlos a la práctica. Cómo es posible todo esto con la que está cayendo. Todavía no me lo explico. Supongo que, por eso, escribo. Y, además, lo comparto en Instagram según va surgiendo. Porque no quiero ponerle puertas al dique, no justo ahora que fluye la tinta de verdad como no lo hacía desde hace demasiado.
Hasta ahora mis sesiones de escritura habían sido un ensayo. Ahora se acercaron a la realidad de la mano enguantada de la enfermera que, cansada, cede su espacio a la escritora que esperaba dentro, en algún rincón, esperando su momento.
Como si la cuarentena hubiese servido para encontrar el equilibrio en mitad del caos más absoluto.