A veces tener tan claro qué es lo que quiero hace que tome según qué decisiones y posponga cosas que deseo muy intensamente.
Pero priorizo. Lo hago desde el convencimiento de que no quiero dejar nada a medias, de que lo que pospongo es porque en un futuro podré dedicarle el tiempo que merece, la atención que precisa y que ahora, con mis circunstancias, no sería posible darle. Priorizo una cosa u otra en función de qué es lo que quiero en lo más profundo de mí, cuál es la situación, el punto exacto en el que me encuentro y cómo sé que llegaré a mis metas.
Trabajo y esfuerzo, como siempre. Mucho trabajo y esfuerzo. Mucho calendario de sobremesa lleno de notas y tachones, de temas que debería tener ya trabajados y de temas que ya he terminado. Páginas enteras de esquemas y notas, de cosas que estudio y repaso para las oposiciones, el último simulacro hecho. Se adueñan los papeles de mi mesa, moriré enterrada en apuntes subrayados y libros de la academia porque voy a por ello, porque esta es mi meta, porque esto es lo que quiero.
Sueño. Sueño con mis aspiraciones. Sueño con mi momento favorito, el que he prometido darme aunque sea un día a la semana, con el que suspiro para no volverme loca entre preguntas test. Sueño con esa Sim del Renacimiento que soy, que aspiro a ser, que ansío cada día más, especialmente en los días difíciles en que todo se tuerce. Y si sigo adelante, si los libros del temario aparecen de forma periódica en mi mesa, si sigo peleándome con los calendarios de planificación, las clases, los simulacros y los apuntes es porque ese deseo tan intenso me da alas para continuar.
Cada mañana, sin falta, invoco frente al cuaderno a todos mis demonios, mis miedos, mis penas, mis tristezas y mis debilidades. Hablo con ellos, dialogo con todos, me reflejo en las páginas y, al final del día, compruebo cómo me crezco. Me recuerdo hasta dónde he llegado, hasta dónde he sido capaz de alcanzar incluso en los peores momentos. Repaso mis logros, me felicito por ellos, me doy una palmadita. Lo he conseguido y lo conseguiré. He escrito y escribiré. Seguiré creando por los siglos de los siglos mientras, por supuesto, seguiré formándome como enfermera.
Eso sí, aspiro a la estabilidad y a la calma para poder continuar. Y, mientras lo logro o no, seguiré invocando a la escritura cada mañana. Quién sabe si el manuscrito de Silencio estará de aquí a que finalice el año acabado en forma de borrador. Es algo a lo que también aspiro, no todo iba a ser enfermería en mi vida.
Al igual que también aspiro a que Silencio termine formando parte de la familia de publicados, junto con sus hermanos hasta la fecha.