¿Qué puede tener una hoja en blanco que atraiga como un imán? ¿Qué vórtice temporoespacial puede arrastrar sus páginas para que, cual polilla atraída por la luz, me atrape y no me suelte?
¿Qué eres, libro que creces mi entrañas? ¿De qué te compones? Te lanzo preguntas que rebotan en un eco de papel y pantalla de cursor parpadeante. ¿De qué estás hecho? Busco concederte el privilegio de expresarte tal y como te siento y todos mis intentos hasta la fecha reposan en el escritorio, esperando lectura.
Y entre parpadeo y parpadeo, entre preguntas que te lanzo en mis afanes de trasladarte a la palabra, no a la sensación, esta última gana por goleada. Me dejo atravesar por ella y que inunde mis sentidos. Pasas más a segundo plano, y aún así permaneces en el tintero.
En la luz que rodea la tormenta la vista vaga, roba instantáneas, y la pluma asoma.
En la luz que rodea la tormenta me magnifico. Construyo con la certeza, la tiendo entre los dedos. Se produce un momento de entendimiento intenso en el que lo que quiero decir, lo que intento comprender y lo que aspiro a captar se unen en un todo con sentido, en un todo que puede pasar sin mayor problema al papel.
Mis momentos favoritos son los días nublados de paseo y creatividad. Son momentos en los que escribir adquiere una capa más, en los que crear se hace más imprescindible para mí y más sencillo. Escribir de cualquier modo, en cualquier parte, incluso de pie en el metro rodeada de una excursión de chiquillos. Todo se convierte en posible, todo se torna factible y tú, libro, que siempre lates, que siempre estás ahí, te manifiesta en toda tu plenitud.
Cuando la tormenta asoma la acompaño de mis pasos bajo el paisaje nublado. Me derramo en tinta. El papel se torna en imprescindible para contenerme y sin importarme nada más, escribo. Escribo y escribo.
En la luz de la tormenta es cuando brilla mi pluma. Es cuando más y mejor capturo imágenes.
Capturar momentos. Esa es mi misión.
Y tú, libro que te empeñas en seguir creciendo a pesar de todo, incluso cuando mi mente está tan ocupada que apenas fluyo, es cuando decides que es el momento en que debes aflorar. Cuando la tormenta asoma y la luz cambia es cuando apareces ante mis ojos, bailando, celebrando tu propia existencia, retomando mi atención dispersa en otras cosas. Es cuando los matices adquieren sentido, y tú, en tu infinita alegría, los esparces a mi alrededor para que los colecte y exponga en papel.
Ah, querida hoja en blanco que me atraes y me pides que te escriba: no sabes bien cuánto quiero contarte de este libro que todavía no soy consciente del todo de su forma, pues va mutando según salga el sol o se oculte, anochezca o amanezca. Pero dame tiempo, ten paciencia. Acabaré acudiendo a ti, atraída por tus cantos de sirena. Y acabaré plasmando letra por letra hasta la última coma que contenga este libro que, según el día, siento más avanzado o apenas una introducción escrita.
Pero por ahora sigue siendo todo preguntas.
PD: feliz día de las escritoras a todas.