Uno de esos momentos complicados en la escritura es cuando terminas algo. Te sientes como si te faltara algo, después de tanto tiempo con la misma idea entre manos. Sin embargo, sin un tiempo prudencial de separación, soy incapaz de crear nada.
La mente tras finalizar un libro
Digan lo que digan, finalizar un libro tiene algo de agridulce. Alegría por el punto y final, sí. Disfrute, en mi caso, con las correcciones (una de mis partes favoritas), por qué no. Pero ese momento en que sabes que ya no hay más, que está todo escrito y lo que querías decir ya lo has hecho es para mí la parte más difícil. Implica alejarse de lo creado, dejar de lado la obsesión de los últimos meses (o años, dos en este caso). Y alejarse de lo que te ha llenado la mente y te ha obligado a crear es complicado.
Si no lo hago bien, si no dejo pasar el tiempo, lo noto. Lo siguiente que escriba va a estar tocado («contaminado») por lo anterior, va a seguir sabiendo a lo mismo. Y si quiero seguir escribiendo, si quiero hacer algo nuevo, necesito darme mi tiempo, pensar en otras cosas, ver otras posibilidades.
Poner la mente en barbecho y dejar que todo permee a ver qué es lo siguiente que sale.
Un mar de ideas por escribir
Si hago caso al documento de Google Keeps donde anoto mis ideas generales, ahora mismo tengo cinco posibles ideas sobre las que trabajar. Cinco posibles proyectos, en un grado mayor o menos de desarrollo, con más o menos posibilidades de que me atraigan en estos momentos para empezarlos. Porque me gustan todos, tenía pensado uno… Pero hay dos que me ponen ojitos. Y al final no quiero tomar una decisión en caliente, justo ahora que acabo de terminar el anterior.
Conociéndome y conociendo mis procesos, quiero pensarme bien cuál escojo. Va a ser lo que me va a acompañar en los próximos meses y trabaje durante bastante tiempo en él. No me apetece empezar algo para tener que dejarlo a medias abandonado simplemente porque no me motive. De ahí el barbecho como algo necesario, también, para el estudio y la comprensión. ¿Qué es lo que tengo? ¿Qué es lo que me apetece crear después de haber escrito lo que he escrito? ¿Qué es lo que me queda por hacer para preparar este proyecto, me toca leer, documentarme de alguna forma? ¿Qué enfoque podría darle al texto? ¿Cuánto voy a necesitar para escribirlo, aunque sea de forma aproximada?
Plantearme todo desde la calma. Sentir cuál es el siguiente libro que crece dentro. Hacerlo todo sin presiones, para estudiar en perspectiva y elegir qué será la siguiente que escriba.
Los paseos, parte del barbecho
Seguiré con mis rutas y mis paseos en los días libres, con mis excursiones varias para saber por dónde ir orientándome e inspirarme. Es posible que aparezca una nueva idea que desplace al resto. O es posible que lo que logre sea que crezca aún más la opción por la que más dudo. O la que tengo más avanzada, por tiempo en mente, sepa de pronto cómo atacarla para escribirla y me lance a ella sin dudarlo.
Sea lo que sea, voy a darme mi tiempo para descubrirlo. Y mi tiempo, también, para hacer borrón y cuenta nueva y poder recibir la nueva/vieja idea como se merece, lista para empezar a trabajarla.
Sin prisas. El barbecho también es importante para el crecimiento.