No existe la prisa, existen los intentos. Las aproximaciones. Las veces que se ha querido y no se ha podido.
Varios años dando vueltas a lo mismo.
Dieciocho meses para tratar de hacer real un proyecto que se resiste.
No es hasta ahora que he podido sentir la imagen vivir en las páginas, que laten las palabras tratando de ser condensada y reales. No ha sido hasta ahora, ayer y antes de ayer, que puedo decir por fin que el libro se está escribiendo de verdad. Que el libro crece incluso sin proponérmelo.
Y eso que sé de sobra que queda por delante lecturas, bibliografía y otras cosas que consultar. Pero empiezo a notar que es ahora cuando todo lo que he ido leyendo hasta la fecha no solo lo he ido interiorizando, lo he ido procesando y se empieza a volcar a la página. Ahora es cuando noto que el grifo se abre y sale sin control, expandiéndose conforme tocan las palabras el papel. Y entiendo que todas esas estructuras que he ido pensando, todas esas dudas, se van disipando y se van escribiendo los poemas.
Dieciocho meses. Un embarazo y un posparto. La vida se ha abierto camino en mi cuerpo y ahora la poesía sigue el mismo camino.
Todo está verde, muy verde. Todo puede dar aún más vuelcos de los que soy capaz de vislumbrar. Pero saber que por fin se empieza a escribir el libro más especial para mí está siendo sanador. Me reconcilia con tantos intentos anteriores que aún almaceno en mi estantería, con todas las anotaciones que han ido surgiendo con los años en paralelo. Ahora reconozco que todo eso me sirvió para entenderme y ayudarme a ver qué camino quiero recorrer con la escritura.
Estos son los primeros pasos en serio. Un inicio tímido. Dieciocho meses me han traído hasta aquí y no tengo ninguna prisa en seguir escribiendo, tarde lo que tarde en hacerlo.