Tener una rutina de escritura para mí es algo básico. Es lo que me permite sacar adelante trabajo de escritura cuando toca y no atascarme cuando no se me ocurre qué escribir.
He experimentado con los años un montón de cosas y esto es lo que me funciona.
Tener un horario de escritura
Podría haber puesto «tener un horario fijo», pero eso, en mi caso, tendría que ponerlo con muchísimas comillas porque depende del día y del turno, pero intento sí o sí reservar un rato cada día de escritura. Y ese rato, aunque sean cinco minutos, son innegociables.
Si hace dos semanas hablaba un poco de lo que necesito para escribir poesía, hoy lo recalco. Necesito rutina de algún tipo dentro de mi caos de horarios. La única forma que tengo para mantener un horario es hacerlo cuando la peque duerme, y eso puede ser o a primera hora del día (antes del turno de trabajo, desayunando) o por la noche (después de dormirla). Por la noche siempre hay más riesgo de que el cansancio me tiente a dejar el día en blanco, eso sí. A veces consigo rescatar el rato de escritura mientras cocino, depende de todo muchísimo.
¿Por qué cuento eso? Porque si estamos esperando eternamente al momento perfecto nunca aparece. Nunca es el ideal. Siempre hay algo más urgente que hacer, o cansancio, u otros frentes abiertos. Si no buscamos el hueco donde sea no lo vamos a encontrar y la inercia nos va a llevar lejos de pantalla o papel.
¿Mi consejo? Empezar cuando sea, cuando se sepa que las interrupciones vayan a ser las mínimas. Empezar aunque sea cinco minutos, a veces esos cinco minutos pueden ser ideales para hacer una lluvia de ideas rápida para un futuro proyecto. Y tratar de hacerlo con la regularidad que se pueda también ayuda.
La regularidad en la práctica de la escritura
Habrá quien no pueda escribir cada día. Habrá quien solo pueda cada tres días.
No pienso sentar cátedra aquí de qué regularidad es la mejor para escribir. La que te funcione, esa es la tuya… Siempre que sea regular de verdad y no escribir una vez a las mil. Practicar es la clave para mejorar y cuando se espacia la práctica se nota. Todo fluye peor, cuesta más y el sentimiento de estar aletargado es constante. A más que se haga algo mejor sale, es así.
Para mí por eso es importante lo de escribir a diario y hacerlo, pase lo que pase. Hay días que no surge y me cuesta más, y pelearme conmigo misma por tratar de hacer algo creativo es lo que luego, en momentos de presión (tengo poco tiempo, tengo que sacar la entrada semanal como sea) hace que escribir me sea más fácil.
Además, al estar cada día frente al cuaderno sí o sí van apareciendo ideas nuevas. Se van juntando unas con otras. Van fluyendo pensamientos y se van hilando las lecturas con lo que se vive a diario. Es una forma de ir experimentando maravillosa y de ahí he podido ir sacando poco a poco y construyendo las bases del último libro que he escrito, por ejemplo.
La clave: ponérmelo fácil
Diría que esto es, quizás, lo que más ayuda a construir rutina.
Siempre tengo encima el cuaderno, siempre llevo conmigo o una pluma o un bolígrafo. Así, cuando se me ocurre lo que sea, lo tengo a mano para apuntarlo. ¿Que no puedo hacerlo a mano? La aplicación de las notas del móvil es maravillosa. En mi caso uso Google Keep, que así puedo exportar las notas al ordenador de forma fácil. No sería ni la primera ni la última vez que he improvisado de paseo algún cuaderno en el móvil y luego lo he pasado a limpio en el ordenador con esta aplicación.
Cuando saco tiempo para ponerme al ordenador también intento ponérmelo fácil y agradable: tranquilidad, música que me inspire, mi vela, algo de beber… lo que sea para que sentarme y teclear sean tan sencillos que no se me ocurra nada mejor que hacer y lo haga.
Tener todo a mano, a la vista o en el bolso, cerca de donde pueda usarlo siempre beneficia a que pueda usarlo. Y eso significa más oportunidades para escribir y crear.
Organización de escritura
La verdad es que para mí depende mucho del momento del proyecto que esté creando, pero tengo algunas cosas claras con respecto a la organización a la hora de escribir.
Lo mínimo que tengo que escribir cada semana es esta entrada y la correspondiente entrega de la newsletter, así que lo más importante que organizo cada semana es cuándo me siento a escribir ambas cosas. Y sí, las escribo una tras otra: primero la entrada, luego la newsletter. Puedo necesitar entre unas dos horas en hacerlas, a veces más, a veces menos. Ayuda mucho tener un planning con temas apuntados previamente y lo que haya escrito en el cuaderno o lo que haya pasado esa semana.
A partir de tener claro el tema de la entrada y la newsletter, el tiempo que les voy a dedicar, ya las sitúo en la agenda según los turnos que toquen y el tiempo que tenga para escribirlo.
¿Después? Ya depende. Intento dedicar las mañanas libres para los procesos que precisen más tiempo (correcciones, extracción de notas de libros, revisiones) o para planificar otras cosas (posibles nuevos proyectos, pensar ideas de entradas, etc.). Si es uno de mis días de trabajo no me complico, escritura libre y a lo que surja. Y si el día se ha complicado y toca escribir de noche, también tiro de escritura libre o hago algún ejercicio literario a partir de lo que esté leyendo en ese momento.
De esas improvisaciones salen muchas veces ideas muy interesantes. Algunas, incluso, terminan siendo entradas de este blog.
En resumen
Para que me funcione todo como una máquina bien engrasada intento reservar cada día un rato de escritura y hacer de ello una práctica continua. Intento que mis horarios sean los más regulares posibles, dentro de mi caos, y respetarlos. Procuro ser lo más regular posible, aunque me dé alguna vez pereza o esté cansada, y por eso me intento poner todo lo más fácil que puedo. Gracias a esa facilidad y a esa regularidad, me organizo. Encajo en mi agenda semanal la escritura en este espacio y en Substack, encajo lo que quiera hacer esos días con mis proyectos y dedico el resto de días a fluir.
Es por eso por lo que recomiendo para una rutina de escritura sólida todo eso. Es lo que me funciona.