Que nadie os cuestione nunca lo que sois. Menos aún si todavía no has publicado. De ahí el poema que hoy os traigo por aquí: mi afirmación, lo que soy.
Nunca había dedicado antes una entrada a hablar de algo tan evidente. Ni siquiera había considerado hasta ahora tener que hacer una suerte de «manifiesto» sobre el tema porque no lo consideraba necesario. ¿Para qué, si estaba más que claro?
Si tuviese que destacar algo de esta semana hablaría de tres cosas: un artículo que leí en el blog de Isaac Belmar (Escribir en la incomodidad), un evento al que fui (la presentación de un libro, Corazón tradicionalista, de Berta García Faet) y uno al que iré y me he apuntado ya (el Salón del autor 360, que tendrá lugar en Valencia). Y destacaría las tres cosas porque han sido las que me han llevado al tema que trataré en esta entrada.
El hecho de inscribirme como escritora, no como visitante a secas, al Salón del autor fue el primer escalón. Luego vino el artículo de Isaac Belmar sobre escribir en la incomodidad y, casi seguida, la presentación del libro de Berta. Esa misma noche, volviendo a casa, vino un ramalazo de inspiración (que se ha unido a los que llevaba teniendo últimamente, qué bien me vino desconectar y cargar las pilas), volvió a mí alguna pregunta que me hice cuando me inscribí al Salón y puse en práctica esa escritura incómoda de la que habla Isaac en su artículo. Cuando llegué a casa tenía una nota de móvil cargada de versos que, cuando me los pasé al ordenador al día siguiente me di cuenta de su alcance y peso. Se me había ido de las manos, pero tenía algo importante para mí: respondía a mis preguntas.
Soy escritora (poema)
No me recuerdo antes.
De pronto un día
estaba manchando de colores
hojas caducas grapadas
que se marchitaron para siempre.
La memoria volátil
salta entonces hacia adelante
buscando una inspiración
que entonces sentía perdida.
Hoy sé cuán lejos estaba
de la fuente que todavía
sigo buscando
como si existiera
y no fuese una patraña,
una quimera,
con la que me engaño
persiguiendo palabras a diario.
Tras eso imposté
una nueva vida
a un viejo cuaderno mutilado,
pero la dicha duró poco:
el aliento desfalleció ante
de que lo hiciesen sus páginas.
A qué hueco acurrucarse
si en mitad de la noche
la referencia se oculta
y no queda nada que oriente
ni a lo que aferrarse.
Algo que creí ilusión
y que me ha alimentado durante años
creció cuando menos lo esperaba.
Se hizo hueco tras mis plegarias
y se quedó conmigo
incluso cuando me di por perdida.
Incluso cuando los acordes inmisericordes
de historias olvidadas
se prendieron a mi falda
y no me soltaron.
Incluso cuando cientos sin nombre,
ni rostro, ni sombra
atravesaron el horizonte de mi visión
para luego no ser
ni el más efímero
de los recuerdos posibles.
Cuánto ir y venir.
Cuánto viaje.
Cuánto trastorno.
Cuánto de cierto hay
en las palabras que ya no existen
y que jamás lo harán.
Por eso acabé manchada,
hundí mis dedos en cuanto me inquietaba
y pinté las paredes de mi celda
hasta dejarla irreconocible.
La destruí pieza a pieza
hasta llegar a la conclusión
que lo que yo tenía en mis dedos
no eran los restos de un naufragio,
eran pétalos de tinta.
De ahí a la reflexión
restaba un par de pasos
y un puñado de cambios.
Tras aquello, el dolor,
la caída y el nido
se volvieron indisolubles
y aunque a distancia señale
que aquel brote
surgido en mitad de la tormenta
no sea el más brillante
sí es el primero en ser plantado,
sí´es prioridad en ser regado.
Es el eterno retoño
al que miraría con cariño
a pesar de sus defectos
por abrirse paso entre mis sueños
y crecer al cobijo de mi cuerpo.
A día de hoy,
de ahora, del instante,
un puñado de cartas sin terminar
me saludan con sus letras inacabadas
desde el escritorio que me ocupa.
Se abren paso a ratos
entre cientos de pensamientos.
Y si hoy estoy escribiendo
cuadernos viajeros sin ton ni son
es porque antes de llegar a este punto
he pasado por todo lo anterior.
Y cada día que transcurra
entre cuidados y curas,
entre valoraciones y medicación,
mientras enlazo palabras
que luego llevaré en el bolsillo guardadas
cuando reparta goteros
me reafirmaré en una verdad
tan sencilla como incuestionable:
soy escritora.
Esta soy yo
y estas son mis notas,
mis manchas de colores en hojas,
mi inspiración ya encontrada,
mi vida tan nueva como nuevo es el día,
mis ilusiones que siempre me acompañan,
la melodía por mis acordes creada,
todo lo que fui y lo que soy,
incluso los pétalos de tinta
que manchan esta hoja
donde los brotes, las cartas, las letras
y los cuadernos viajeros
coinciden cada día de mi existencia.