¿Cuánto es lo mínimo que debe durar un bloqueo para que se considere de larga duración? ¿Cuánto para que sea «más de lo esperado»?
Hay partes del proceso de escritura que son más especiales, más satisfactorias que otras: cuando esa idea tan importante aparece por primera vez, como un fogonazo; cuando se realiza la planificación del proyecto y se piensa en todas las posibles variantes; cuando la escritura fluye y es fácil; cuando se pone el punto y final a algo que ha llevado tanto tiempo y cariño; cuando se acaban las correcciones y parece que ha salido un texto acorde a lo que se quería transmitir.
Pero también esto de escribir tiene sus momentos oscuros. En ellos, los bloqueos, las dudas, las páginas en blanco y todo un abanico de sentimientos e indecisiones golpean, a veces a la vez. Y yo quiero venir aquí, a esta casa mía enfermera-literaria a hablar de todo, incluso de lo malo porque, como bien dice Isaac Belmar en su blog: «escribir bien es un camino muy difícil, que te cuesta varias vidas». El síndrome del impostor ataca más veces de lo que parece, por poco que se haga público este hecho.
No quiero contar generalidades sobre los bloqueos, lo que más me apetece es compartir ahora mismo el momento por el que estoy pasando. Sé, porque me lo han dicho en vivo y en directo, que hay una imagen de mí como persona creativa que nunca para, y sé que en parte esa imagen viene del reto de escritura anual que me pongo o de la cantidad de palabras que llego a acumular entre unas cosas u otras a final de año. No negaré la parte de la constancia tanto tiempo, el reto de escritura lo llevo manteniendo desde 2014 y me ha permitido conseguir muchas cosas buenas como terminar algún que otro proyecto o ganar un par de NaNos. Pero no soy infalible, y cuando las circunstancias se unen, la autoexigencia coge la batuta y el síndrome del impostor se pide la primera fila para no perderse detalle se puede entrar en una espiral anticreativa y matadisciplina muy potente.
Sin excusas. No ha sido la falta de tiempo exactamente. Ni los horarios en sí, pues los he tenido peores. Ni el agobio por el estudio, que ya es algo que forma parte de mi día a día desde hace años como opositora. Supongo que ha sido todo a la vez y nada al mismo tiempo. El caso es que durante gran parte de este 2018 que nos ocupa he pasado más tiempo que otras veces sin lograr mucho en el ámbito creativo, con los proyectos paralizados y haciéndome preguntas, sin encontrar respuestas. Preguntas de todo tipo, desde si sigo adelante probando suerte con mi poemario, Páginas de Metáforas (ay, qué ganas tengo de dar su nombre oficial por aquí como algo que podáis leer), qué hacer con Lettere, cómo desarrollar un par de ideas que tengo… Y así podría seguir hasta mañana.
Ni siquiera estaba conforme con lo poquito que he producido. Más de un par de vueltas le he dado a algún relato, más veces me he planteado que dónde voy con ciertos concursos, si seguir probando suerte, si volver a intentar corregir según qué cosas. Lo peor es que lo que más dudas me genera es los fallos que encuentro y que no me siento capaz de desarrollar lo que tengo en mente como quisiera. Y esto puede llegar a paralizar. Tanto como para abandonar un reto que llevaba tanto tiempo llevando adelante como es mi reto de escritura diaria.
No he encontrado solución perfecta a esto. Sigo encontrándome bloqueada, sigo sintiéndome incapaz de escribir ciertas cosas, es como si no estuviese lo suficientemente preparada para ello. Pero me he propuesto seguir leyendo, seguir alimentándome de palabras. Y mi única forma de no abandonar del todo la escritura, porque me sigo sintiendo vinculada a la hoja en blanco a pesar de todo, ha sido enfrentándome al cuaderno sin ninguna perspectiva, escribir de forma automática cada día.
Ya veremos en un futuro si esto sirve de algo, pero un verano sin escritura para mí ni es verano ni es nada. Esta época estival siempre me ha sabido a tinta y me siento ya bastante extraña con esta sequía como para, encima, quitarme el placer de dejarme llevar en papel. Lo único que me faltaría ahora es mi perro al lado.
Y escribo esto ya no sólo porque se conozcan los bloqueos y por compartirlo, también porque luego, cuando pase el tiempo y salga de este bache, me gustará leer mis dudas ahora y saber cómo he llegado a resolverlas. Forma parte de ese precioso ejercicio de echar la vista atrás y releerme en este Plan de cuidados literario que escribo semanalmente.
Te entiendo perfectamente y, es más, hace unos días vine a leerte porque estaba completamente paralizada con un asunto que has tratado varias veces (los cuadernos). Entiendo que necesites sacar todo eso que llevas dentro, romper el silencio que el bloqueo impone. Es un gran paso, yo creo, para romper el verdadero bloqueo. Y me parece muy bien que te enfrentes a la hoja en blanco de manera automática. Eso mismo debería hacer yo. Es muy posible que, aunque no lo veas ahora, acabe saliendo algo bueno de todo eso. Porque también hay que cribar las palabras para encontrar oro. Mucho ánimo. Estoy segura de que saldrás de todo esto con más fuerza que nunca.
Supongo que esto va por rachas, como todo. De momento, me estoy dedicando un poco a soltar lastre de lo que me preocupa, no me planteo nada más para no volver a ese bucle de preguntas y dudas. Te animo a que lo intentes también, sin pretensiones, por el simple hecho de desahogarte al menos. A ver si así también te desbloqueas.
Un beso y a ver si este verano nos vemos. Te mando mensaje por privado.