«Debería tener la costumbre de llevar siempre encima el cuaderno, no dejármelo en casa. Parte de entrenar la capacidad de asombro también es eso: llevar encima material para plasmarlo. Y, sin embargo, a veces se me olvida, priorizo la niña. Por suerte, para eso tengo una libretilla a mano.
No es la panacea ni la mejor solución. No son mis condiciones favoritas para escribir. Pero esto me permite también no perder el hilo de la escritura. Es la mejor solución temporal que he podido encontrar para los por si acaso. Y me funciona.»
El hilo de la escritura, del que crecen los textos, se alimenta de la capacidad de asombro.
Entrenar la capacidad de asombro, tenerla a flor de piel, echar de ella mano cuando se la solicita es un entrenamiento que puede durar muchísimo tiempo. A mí me ha llevado años, muchos años de tratar de plasmar lo que veo y de tratar de ver más allá para plasmarlo. Aún así, siento que todavía estoy empezando a entenderlo.
Para recargar esa visión de la palabra no basta solo con posar la mirada en lo cotidiano. Darle una vuelta de tuerca requiere de un ejercicio de reflexión, de invocar la creatividad incluso cuando se niega a aparecer. En lo más gris del día a día, donde se supone que no ha habido nada. Si es preciso, atraer la vista literaria al papel leyendo algo previo.
Lanzarse cada día a la hoja en blanco tiene algo de ritual relacionado. La capacidad de asombro puede estar ahí, escondida, esperando su momento, para enlazar dos ideas que antes no andaban juntas y ahora no se podrían entender por separado. Requiere de horas buscando enlaces, de muchas horas frente al cursor parpadeante cuestionándote todo lo que sabes y lo que has escrito hasta la fecha. Es implacable, pero a veces es agradecida: puede recompensarte haciéndote ver lo que hasta entonces no habías visto a pesar de tenerlo delante.
Ah, cuando consigues verlo. Ah, cuando consigues superar la barrera del asombro y te zambulles de pleno en el mar que guarda dentro. Cómo cobra vida todo de repente, cómo todo se enlaza con más facilidad. Cómo, en ese estado, lo que parecía un simple hilo de escritura no para de encontrar otros hilos que se le unen, otras palabras y otros conceptos que se enredan y al final todo se teje, se trama. Cómo facilita el estado creativo.
Pero para eso toca el trabajo de hormiguita diario, El anotar lo pequeño, lo aparentemente inofensivo. Lo que ha despertado alguna vez los sentidos, por casual que parezca, en un ambiente calmado que permita la reflexión puede llevar a algo más elevado. Y si no, si no lo consigue, al menos ha hecho trabajar a la mente para tratar de buscar otro tipo de conexiones e ideas más allá de lo simple y manido.
La capacidad de asombro, eso que me lleva a escribir más que ninguna otra cosa. Eso por lo que llevar el cuaderno conmigo no es un capricho ni una tontería: se convierte en oxígeno, en lugar seguro, en un refugio donde guardar pedacitos de todo y nada a la vez para rescatarlos llegado el momento. Y maravillarte, por supuesto, de los descubrimientos realizados en ese instante.