Parece mentira, pero lanzarse de cabeza frente a una hoja en blanco sabiendo que al final de la sesión algo debe salir sí o sí puede ser lo más desbloqueante que existe. En estos momentos en que mi concentración va fluctuando entre «ninguna» y «escasa» saber que la entrada semanal debe salir sí o sí es de esas cosas que consiguen que me espabile, me arremangue, me siente frente al portátil y me pelee, semana tras semanas, en sacar algo adelante.
Enfrentarme a mí misma, sin posibilidades de escaquearme es como ponerme un espejo enfrente. No hay tregua, no hay lugar en el que esconderse, sale todo a la luz. Me hace salir de este estado de suspensión indefinida en que es más cómodo sumergirme que tratar de pelear por un texto cuando hay días que, por diferentes motivos, no salen las líneas tan claras como quisiera. Y hay días más turbios que otros, días en los que el cuaderno se llena de preguntas a las que todavía no encuentro respuesta, inicios de temas que no he continuado o versiones de versos que aún no he decidido cómo voy a corregir. Días en que todo se mezcla y encontrar un motivo, pluma en mano, para continuar, se antoja complicado.
Y es por eso por lo que agradezco mis domingos de escritura con mis comadres de _micorriza_. Gracias a estas sesiones me obligo a sentarme en serio, como no soy capaz en el resto de la semana robando minutos sueltos donde no los hay. Solo somos el cursor en mitad de la página en blanco del blog, esperando que me lance y plasme el caos de mi mente, un descafeinado y yo para intentar poner orden a tantos pensamientos, tantas ideas dispersas.
Siempre me recuerdo de lo que fui capaz durante el mes de noviembre del NaNoWriMo escribiendo una entrada diaria y me digo que ahora también puedo hacerlo. Puedo seguir escribiendo, es lo que quiero y más me apetece hacer, lo tengo claro.
Lo difícil de lanzarse a escribir es perder el miedo al blanco impoluto. Hay que empezar por alguna parte. Lo bueno que tiene hacerlo en el ordenador es que siempre se puede borrar, cambiar párrafos de sitio e incluso cortar y copiar en otro documento para poder continuar más adelante. Una vez he arrancado, todo se convierte en sencillo, la playlist que más estoy teniendo de fondo ahora que reviso y corrige me arropa y abraza, me lanza el mensaje que más necesito. También me explica, a su manera, qué es lo que quiero contar realmente.
Es por eso que acabo de volcarme aquí y termino la sesión en el cuaderno. Porque esta página no puede contenerme y necesito expandirme. Bendito desbloqueo de hoja en blanco.
«Ante un folio en blanco jurando bandera
Desértico – Gata Cattana
yo solo me debo a mis quimeras,
yo solo me debo a mis quimeras…»
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