He vuelto a escribir poesía.
Me perseguía una sensación de imposibilidad importante, como si ya lo hubiese dicho todo antes y hubiese agotado todas las posibles combinaciones de palabras para crear algo, cualquier cosa, lo que sea. Como si cualquier inventiva al respecto se hubiese alejado y relajado.
Ha sido volver a volcarme en estas páginas que siempre acogen, las más cercanas, las que siempre llevo encima. Ha sido dejarme llevar, empezar a fluir, que la creatividad poco a poco se acostumbre de nuevo a estar cerca de mí.
No era un pozo seco, era un grifo cerrado.
¿Cuántas veces a lo largo de estos últimos meses he hablado de bloqueos, de pausas, de paradas? He perdido la cuenta de cuántas líneas he escrito al respecto, la verdad, tanto por aquí como en mi cuaderno. Y lo único que ha conseguido que vaya línea a línea sin hacerme demasiadas preguntas ha sido un cuaderno en blanco, cero presiones a la hora de exigirme qué tengo que escribir o no y ganas de, simplemente, volcarme al papel.
Lo que te da un cuaderno también te lo puede quitar cuando pasas tiempo sin acercarte al papel y se lleva con sus hojas las posibles ideas, la creatividad. Vuelves a él, deseando encontrar qué hizo que te engancharas, qué te falta ahora mismo y qué no te ha dado otros formatos y otras historias. Y es él el que te devuelve al ser que eres, que siempre has sido, el que busca cualquier excusa para escribir lo que sea.
Por eso quiero retomar mis historias y proyectos. Los comienzos a veces son tímidos. Les cuesta arrancar, ir poco a poco las letras a su sitio. Que el error no aparezca ni las dudas ensombrezcan el proceso. Que el impostor que llevo dentro y a veces se ceba conmigo no aparezca. Pero espero que con la ayuda de lo que me ha desbloqueado no tenga esas dudas e inseguridades en el horizonte.
Gran parte de mi meta estas vacaciones de verano será escribir, escribir mucho, hacerlo en todas partes, no parar. Quiero que todo eso que me he dedicado a hacer últimamente, que ha sido recopilar material, sirva para crear algo nuevo que merezca la pena. Quiero seguir abriendo ese grifo , que no se seque el manantial, seguir alimentándolo para que siga brotando a raudales y pueda seguir recogiéndolo en las páginas de mi cuaderno.
Aunque sea con la letra de mierda que me deja el traqueteo del autobús, pero habrá merecido la pena.