Y por fin un año después, seis meses después del último viaje en tren, amanezco feliz.
Amanezco animada, con ganas de ir a trabajar, en parte nerviosa porque va a ser día de estreno y día de presentaciones oficiales. Me maquillo con la paleta de sombras que me ha dado por tener presente desde que la rescaté del fondo del cajón (mis tonos de confianza, los azules). Marcho a trabajar con los auriculares, pensando en nuevo disco de The Offspring que saldrá en abril (el adelanto ya nos ha encantado en casa). Voy pensando también en cómo otro disco antes que ese, el We are not your kind de Slipknot me ha ayudado tanto durante meses a sacar de dentro el dolor.
Cada vez hay más luz en la calle a esas horas. La música sigue sonando mientras voy caminando y analizando, a la vez, ese bombo o ese bajo que de pronto destaca sobre el resto. La temperatura es ideal para esas horas, me digo, y en ese momento levanto la cabeza. La mirada se para, mientras no dejo de caminar, en la silueta de los árboles recortándose junto con la de los edificios en el cielo a primera hora teñido de los colores del amanecer.
Es cuando, de pronto, el estribillo de la canción que ando escuchando en ese momento, Days go by, se vuelve consciente y pasa a primer plano:
All your anger, all your hurt
doesn't matter in the end
those days go by
and we all start again
What you had and what you lost
they're memories in the wind
those days go by
and we all start again
El chispazo que me faltaba para darme cuenta, sin duda. Es cuando soy consciente de que he vuelto a ser feliz.
Son pequeños gestos. Por ejemplo, el hecho de volver a maquillarme para ir a trabajar. Hacía tiempo, muchísimo, que no lo hacía, prácticamente toda la pandemia. Y ahora vuelve de nuevo a apetecerme ponerme color, vuelve a pedirme el cuerpo jugar con los lápices de ojos. O el hecho de que estoy encadenando día tras día de escritura porque sí, porque me apetece, y que el simple hecho de acordarme del cuaderno y de la pluma me dan ganas de ponerme a ello. O pensar en nuevas lecturas.
Son pequeñas cosas, tonterías quizás, pero van sumando todas. Y sigo sumando: el cansancio y el hartazgo han disminuido, aunque a veces vuelvan de nuevo según qué circunstancias. Pero no a los niveles estratosféricos de estos últimos meses. Voy disfrutando más de esas cosas que me llenan, los pequeños placeres que hay en las cosas más cotidianas.
Me doy cuenta de que volví a encontrarme conmigo misma, algo muy pendiente desde que arrancara todo hace un año.
Quedan mil cosas por pulir, mil metas por las que pelear y mucho que hacer en mi trabajo. La formación ahí está, en el capítulo de pendientes. Pero a pesar de lo malo, me siento mejor. Y solo así puedo afrontar todo con más ganas y puedo dar lo mejor de mí misma como enfermera.
Those days go by...
Those days go by...
Those days go by...
*Informes post-guardias es una sección donde recortes de pensamientos sanitarios, no sanitarios y personales se entrecruzan, fáciles de leer y digerir.