Hace una temporada, cuando me dedicaba a preparar el examen del EIR, escribí muchos artículos tanto en mi viejo blog como en esta página sobre las oposiciones y el proceso de estudiarlas. Fue mi monotema durante bastante tiempo y de ahí nació la sección La mentalidad del opositor. No fueron demasiadas entradas, aunque sí muy condensadas, llenas de información.
Hubo un momento en que ya no tuve nada más que decir. Ya no fui capaz de seguir con dicha sección por varios motivos, sobre todo por saturación. Hasta hoy, que la rescato brevemente como recordatorio de etapas pasadas, con idea de usarla para coger con más ganas mi triple meta. Porque ya he pasado por algunas cosas por las que esta sección merece ser ampliada un poco y hoy vuelvo a ella. No garantizo entradas periódicas sobre el tema opositor por aquí porque para repetirme siempre hay tiempo.
La mentalidad del opositor: las pausas opositoras
Las pausas, los descansos. Estos vienen planificados de antemano por la academia con la que prepares las oposiciones o los metes donde puedas una vez por semana. Si no descansas a intervalos regulares estás condenado a la saturación mental más infinita, el cansancio acumulado y el desastre. Y es lo último que quieres, después de todo el esfuerzo invertido.
Pero hoy no vengo a hablar de esas pequeñas pausas evidentes y necesarias. Hoy vengo a tratar otras, también necesarias, pero de las que no he visto que se hable tanto. Me refiero a cuando te das un descanso de las oposiciones porque no puedes más.
Porque si dejé de preparar mi sexto EIR, si pasé un tiempo que no quería saber nada de oposiciones, si ahora puedo enfrentarme a mi triple meta de una forma mentalmente más sana, sin sentirme machacada, es por la pausa que hice. Porque puse mi límite y dije «hasta aquí», porque me tocaba darme tiempo y cuidados. Necesitaba reconectar con las cosas que me gustan y volver a sentirme libre después de muchos meses entre obligaciones. La mente la tenía tan saturada y tan hecha polvo que este tiempo invertido en mí misma ha servido para despejarme, sobre todo.
Y aunque parezca poco eso de despejarse, de viajar un poco, de disfrutar del momento, ha sido lo mejor que he podido hacer de cara a mi futuro.
La verdad es que cuando tomé la decisión de hacer la pausa me supo un poco a fracaso, a darme por vencida. ¿Cómo dejarlo en el sexto intento del EIR, cómo no seguir con todo lo que había hecho hasta la fecha? ¿Cómo no pelear un poco más? Pero el agotamiento era tan inmenso y abrumador que podía conmigo. Se juntaron además otras cuantas circunstancias. Y desde luego, viendo todos los cambios que llegaron a mi vida después, me alegro infinitamente de que todos ellos llegaran tras tomar la decisión y sin las presiones del estudio a tiempo completo.
Así que, con la perspectiva del tiempo y tras la pausa os digo: no es malo parar, dejarlo, descansar. No es malo decidir darse una temporada para uno mismo, recuperarse en condiciones para poder seguir. No es un fracaso, no eres un fracaso. Seguramente tendrás después más fuerzas para ponerte a conseguir tus metas o, también, plantearte qué quieres hacer con tu vida y buscar otros caminos, si estos te interesan.
Yo estoy en ese punto. He vuelto a tener ganas, tengo mi triple meta en perspectiva. Y cuando acabe con ello quiero seguir con el resto de proyectos que tengo en mi vida, que no son pocos. Ya los iré desgranando por aquí conforme me ponga a ellos, pero primero lo primero.
Infinitas gracias a señor marido, por cierto, porque sin su apoyo esto no hubiese sido lo mismo (y sé que me lee todas las entradas por aquí).
Después de varias oposiciones, cambios de rumbo y muchos: «¿qué hago con mi vida?», por fin leo algo que me reconforta, me hace sentir identificada y me anima a seguir. Saludos de otra enfermera que escribe 😉
Cuesta mucho dar el paso y sentirse bien, pero cuando miras en perspectiva y ves que al final ha sido para mejorar, aunque sea mentalmente, lo agradeces. Los «qué hago con mi vida» seguirán eternamente, pero se pueden ver desde otro punto de vista.
Un saludo, pasaré a leerte.