No he descubierto realmente el Mediterráneo con esto, pero ha sido una constatación en toda regla: sé y tengo bien claro cuál es mi cura para prevenir los días de mierda. No es cien por cien efectiva, pero los mitiga bastante.
NaNoWriMo 2017: cura para prevenir los días de mierda
Durante esta semana pasada me di cuenta de cierto ritual que venía poniendo en práctica ciertos días a la semana, cuando los turnos de mierda amenazan desde el horizonte (y las enfermeras que me lean sabrán a lo que me refiero, estos se intuyen muchas veces, entre el cuadrante y el día de la semana que sea una se puede hacer a la idea; los viernes suelen ser mortales, por ejemplo). A este ritual, sencillo y simple, lo he llamado mi «cura» para prevenir los días de mierda y es algo tan poca cosa y tan presente desde siempre que darme cuenta ha sido, nada más y nada menos, que constatar algo que ya sabía: avanzar en lo que esté escribiendo, escribir lo que sea mientras me tomo un café o un té.
No es la panacea, ya lo aviso. No es cien por cien efectivo. Tiene su porcentaje de fallo, relacionado con la carga de trabajo casi siempre. Y hay veces que parece que sería necesaria una dosis doble para llevar adelante el trabajo y acabar con un mínimo de cordura. Pero tengo ya más que comprobado que para mí es algo importante y pienso usarlo como tratamiento siempre que sea preciso.
Da igual que sea haciendo la fotosíntesis sentada en un banquito con un café para llevar y el cuaderno (qué paz da eso, señores, qué paz) durante un cuarto de hora antes de entrar a la planta dispuesta a darlo todo. No importa que sea en casa, después de comer, ya como cura paliativa tras el daño o preventiva antes de irme a trabajar, mientras al lado humea una taza de té. Es irrelevante si es durante el fin de semana, tras una semana particularmente dura y espesa, después de haber disfrutado de una estupenda comida casera, como forma de recuperarme y cargar las pilas. O, incluso, podría ser una mañana para desayunar, un lunes antes de ponerme con la entrada semanal y antes de arrancar con el resto de deberes entre estudios y trabajo.
Ese ratito mío y para mí, completamente creativo, es la dosis de calma y paz mental que necesito para ordenar las ideas, recuperar el equilibrio interno y sentir que mi vida es algo más que una rutina casa-trabajo-casa con estudios por medio. Me ayuda, también, a afrontar lo que sea de mejor humor, más tranquila y con más ganas. Y la salud mental, señores, es algo que deberíamos mimar todos.
La relación entre esta cura y el NaNoWriMo
Durante la semana, entre los momentos que consigo libres y este ritual, sigo avanzando ese NaNo tan lento que estoy haciendo este año. Cien, doscientas palabras o trescientas como mucho y según el día, pero al menos escribo un poquito cada día. Porque este año ya sabía que aspirar a las cincuenta mil era imposible y solo pretendía escribir y mantener de forma más o menos regular esta rutina. Las ganas siguen ahí, no se han ido, y sigo sin plantearme abandonar.
Por suerte para mí, esta semana he conseguido terminar de escribir a mano lo que más necesitaba soltar estos días. Digamos que es lo que me estaba lastrando para poder escribir de verdad. Una suerte de desahogo que ahora me ha venido de lujo para tener claro algunas cosas sobre esta historia que pretendo escribir. Ha sido el momento de pasar a escribir al ordenador y darle un empujón tremendo al proyecto, superar la barrera de las diez mil palabras y saber que aún queda mucha tela que cortar.
Mis estadísticas del NaNo las compartiré con vosotros cuando acabe el reto porque se notan muchísimo esos fines de semana de estallido literario. Y quiero tenerlo aquí, en mi página, de recuerdo junto a entradas como esta donde os cuento por qué me siento bien a pesar de ir por debajo en el contador de palabras, escribiendo poquito entre semana, a diario.
Quiero recordar este año como el NaNo en el que por fin estoy escribiendo una historia que quería contar desde dos mil nueve y que solo ahora, en dos mil diecisiete, he sido capaz de hacerlo. Puede que acabe siendo una soberana porquería y que luego jamás vea la luz pero sé que será parte necesaria de mi proceso personal de crecimiento literario para poder seguir adelante. Y ojalá algún día, cuando la termine aunque jamás salga de mi disco duro, pueda explicaros por qué es tan importante para mí escribirla a pesar de todo.
Cuando los planes salen bien, aunque no tengan una probabilidad de éxito absoluta, es porque tú misma has puesto de tu parte para que las cosas salgan adelante. Así que algo tienes que estar haciendo bien con el reto de este año. 😉
¡Mucho ánimo con la recta final!
Mil gracias. Mucho ánimo para ti también, que estoy segura de que llegarás a las cincuenta mil con total facilidad.
Nos leemos.