Lo único malo que tiene escribir las entradas por adelantado, planificando un poco los temas, es que hay momentos en que aparece la realidad y te desmonta todo lo que estás haciendo.
Es lo que me pasó la semana anterior cuando anunciaron la fecha del próximo EIR.
Una fecha para modificarlo todo
Tras el anuncio de la posible fecha del EIR, el 27 de marzo, medio internet sanitario se volvió loco. No es para menos, con toda la incertidumbre que tenemos este año de pronto nos están anunciando unas cuantas cosas interesantes (la fecha del EIR, la publicación de dicha convocatoria en el BOE el próximo 30 de noviembre, la apertura de la bolsa en Valencia, y se prevé que publiquen la próxima OPE de enfermería en Valencia para el primer trimestre de 2021). Y claro, eso implica también más tiempo dedicado al estudio.
Tras el anuncio de la fecha de examen para marzo, automáticamente, el NaNo empezó a desplazarse hacia un segundo plano en la lista de prioridades. Eso implica que a partir de ahora le dedicaré mucho menos tiempo del que le he estado dedicando hasta ahora. Las metas de palabras tampoco pueden ser las mismas si no puedo escribir tanto.
Una fecha para marchitar el NaNo
Y es así como se va a ir marchitando el NaNo. Poquito a poco.
Pero no voy a dejar de escribir ni mucho menos. Esto no significa más que en lugar de estar unas dos horas, por ejemplo, intentando sacar a diario dos mil palabras, lo que haré es dedicarle como mucho media hora al día, lo que pueda y me dejen mis horarios, por supuesto. Quiero lo más simple, lo más básico: el cuaderno, un puñado de ideas, algo relajado. Y ya, más adelante, cuando me quite la presión de los exámenes, vuelta a comenzar con el hecho de recopilar notas, desechar lo que no sirva, quedarme con lo que merece la pena.
Una fecha para alterar todo y atarnos a la mesa
En la tierra de Mordor donde se extiende la sombra… Digo, en el 2020 donde todo se va haciendo sobre la marcha, esto de escribir durante noviembre no iba a ser menos.
Nada de hablar a estas alturas de la película sobre qué ha sido la crisis de la tercera semana y cómo la he superado.
Nada de contar cómo voy avanzando con las correcciones de proyectos, con Nostalgia o con lo que sea que me haya dejado enredar en los últimos siete días de escritura. En parte, también hay que decirlo, porque lo que quería revisar se ve que lo perdí en mi último formateo del ordenador (ojalá encuentre un pendrive con copia reciente, pero me parece ya imposible visto lo visto).
Nada de pensar más allá del día a día.
De lo que toca hablar en esta cuarta semana del proyecto es de cómo he llegado a tener un contador de palabras tan abultado que, cuando se ha anunciado la fecha, a pesar de alterarme todo, ha supuesto un pequeño alivio. No va a ser tan desastre.
Toca hablar de cómo una entrada que ya tenía escrita, hecha en un momento de felicidad mientras hablaba de cómo me estaba sentando de bien escribir un NaNo diferente como el de este año ha quedado completamente desactualizada. Cómo ha conseguido que una rutina que estaba construyendo se vea revitalizada poco a poco, con el avance de los días, hasta el punto de plantearme solo bajar el ritmo, no suprimir por completo la escritura.
Porque lo que no quiero es volver a los días sin escribir, sin mi encuentro con el cuaderno. Porque para digerir todo lo que veo y lo que vivo lo necesito como respirar. Y doy gracias al NaNo de este año por recordármelo, una vez más.
También tocaría hablar de planificación, de horas de estudio, de horas robadas al sueño para llegar a todo, pero eso ya más adelante. Cuando acabe el mes del reto.