Y hoy, día 30, martes, se acaba este reto. No podía más que subir esta entrada, un día después de lo habitual, para hacer el resumen de la última semana de NaNoWriMo.
Lunes, 22 de noviembre
Arrancar el día con energía, con fuerzas, a las seis de la mañana casi que se ha convertido en una costumbre en este mes de noviembre. Además, arrancar la semana escribiendo la entrada acostumbrada a esas horas hace que el reto del NaNo se viva de otra forma. Encuentro que me explico mejor, que lo hago con más soltura. Quizás es que me quito un puñado de filtros o quizás es que no tengo ningún tipo de cansancio que me impida explicar exactamente qué es lo que quiero expresar.
Vuelve a ser un día de conseguir metas a primera hora. Cuánto puede llegar a cundir tan temprano es algo que estoy redescubriendo este mes de noviembre.
Martes, 23 de noviembre
Cuando una idea se enquista dentro de tal forma que solo queda la escritura automática para sacarla, es lo que toca. Ejercicio de sentarse frente al teclado, escribir sin mirar atrás y que fluya todo, que salga todo. De este madrugón a las seis me quedo con el hecho de que, además de fluir y de conseguir mil novecientas palabras en cuarenta y cinco minutos de escritura automática, tuve «momento eureka».
Es de las mejores sensaciones que me deja el NaNo de este año, que realmente la crisis de la tercera semana no me ha golpeado demasiado (a mediados de la segunda semana, pero creo que fue más por cansancio acumulado que otra cosa) y que he tenido muchos buenos momentos de tener claro qué estoy escribiendo y por qué. Esa impresión de que todo encaja, de que todo está en su sitio, que no estoy escribiendo por escribir sino que estoy creando un contenido de calidad bien vale todos estos madrugones y los que me quedan.
Miércoles, 24 de noviembre
Los días libres son para aprovecharlos y el día de hoy me ha servido no solo para terminar un libro que me ha gustado y acabar su análisis de paso, también ha sido el día en que he llegado a cantar por fin las cincuenta mil palabras. Meta.
Que no significa eso el fin del NaNo. Quedan días y no quiero frenar en seco ni parar ahora con el impulso que he cogido. Seguiré unos cuantos días más con la típica meta de palabras, a ver hasta dónde llego. Me queda todavía material que analizar y revisar.
Pero hoy me siento exultante y eufórica. Yo que pensaba que este año no iba a poder ser por estudio, y realmente ha podido ser porque me he acostumbrado tanto a escribir que realmente en una hora lo tengo hecho, dos a lo sumo. Que es la primera tarea que me quito del día y lo hago muy a gusto. Que al final me ha cundido para hacer todo lo que quería, e incluso me quedo corta, necesitaría más tiempo. Que tengo la inmensa felicidad de que tenía tan claro qué escribir que ni siquiera tenía que pensarlo cada día y así he podido llegar a la meta.
Qué más decir. Mi undécimo NaNo consecutivo, mi sexta meta, la cuarta consecutiva. Es para celebrarlo.
Jueves, 25 de noviembre
Nadie habla de cómo es ponerse a escribir al día siguiente de conseguir el reto, y debería. Porque aunque quede NaNo por delante, aunque aún queden días, es casi más complicado centrarse hoy que el resto del tiempo. Una parte del cerebro ya ha tenido la recompensa correspondiente por haber llegado a la meta, por lo cual sentarse a conseguir el mínimo de palabras habitual se convierte en una lucha entre esa parte del cerebro, ya recompensada, y la otra parte que quiere mantener el ritmo hasta que se acabe el mes.
Involuntariamente echas el freno. Es inevitable. Así que en este caso apelo a mi fuerza de voluntad, que es capaz de todo lo que se proponga y más, para hacer mi trabajo diario de escritura, para continuar lo que empecé el día 1 a las seis de la mañana.
Como digo, aún queda trabajo por hacer con el material que tengo para mis proyectos. Así que hoy va a ser día de pensar en el momento que se acabe noviembre, en qué voy a hacer con lo escrito, en cómo lo voy a revisar qué voy a hacer con todo lo que he escrito.
Sé que tengo material como para trabajar una buena temporada. Y que voy a poder aprovechar mucho de lo que he escrito este mes, así que me siento contenta y orgullosa.
Viernes, 26 de noviembre
Analizar el cuaderno recién terminado, analizar el más grueso de todos ellos, se puede convertir en una labor que ocupe más tiempo del que hubiese supuesto al principio. Pero todo está ahí, condensado, esperándome a que me siente frente al ordenador para extraer lo más valioso. E incluye no solo un puñado de poemas o frases, también nuevas ideas, soplos de aire fresco que han venido para quedarse y han rebajado algunos fuegos y alimentado otros.
Escribir sin mirar atrás, sin volver, sin tener en cuenta lo anterior es un error grave. Escribir con la mirada en las notas, con la certeza de que la búsqueda de la palabra exacta para transmitir es la certeza con la que me quedo. Lo compruebo, más tarde, en un aula de la facultad de filología oyendo a Bibiana Collado hablar y recitar su Violencia y a Begonya Pozo, mi descubrimiento del día, expresarse con tanta claridad.
Escribir. Seguir escribiendo. Apuntarme un par de cosas de todo aquello. Saber, con total certeza, que en un ejercicio de honestidad brutal volveré a ello en el nuevo cuaderno y me derramaré y verteré mis entrañas sobre la página, como acostumbro. Eso sí, con la sabiduría, que expresó Bibiana, de que la poesía es una estructura en espiral y yo circulo en ella, vivo por ella y la respiro por completo para poder extraer lo mejor de mí. Perlas selectas.
Sábado, 27 de noviembre
Los madrugones van pesando cada vez más. El café al lado hace rato que se ha terminado, pero vuelvo a escribir, vuelvo a retomar el documento donde lo dejé mientras en mi cabeza lo que más resuena es la charla de ayer a la vez que el recordatorio periódico de que me toca sentarme a estudiar y a ver de dónde saco tiempo hoy, si es que lo tengo. Los apuntes empiezan a mirarme con algo de odio, pero el planning se va cumpliendo poco a poco, a su ritmo.
Son cuatro días solo, me respondo. Cuatro mañanas más de escritura compulsiva y ya podré bajar el ritmo y el madrugar no seguirá siendo tan doloroso, y el contador de palabras no amenazará tanto en el horizonte. Cuatro mañanas y el universo en el que vivo atrapada ahora podrá respirar tranquilo. Porque aunque el uno de diciembre siga escribiendo, no va a ser lo mismo. No puede ser lo mismo. Necesito centrarme un poco más en esos apuntes que me miran con reproche al lado. Qué haces que no me estás estudiando.
Puedo sentirme orgullosa, eso sí. Poco a poco, sin cesar, sigo juntando palabras y llegando a los mínimos que me propuse. Este, mi undécimo año de reto, va a ser el que más palabras escriba. Será recordado por muchas cosas, pero añado esa más, que lo hace especial de nuevo. Y es que no hay mayor satisfacción que empezar el día tachando en la agenda la primera de las tareas pendientes, esto es, escribir lo propuesto. A pesar del madrugón.
Domingo, 28 de noviembre
Esta mañana es preciso que Måneskin aparezca para que me acompañe en la escritura. Sus temas en italiano, más que los que cantan en inglés, son los que más me tocan y con los que más me inspiro hoy. Y con eso arranco la jornada de escritura, entre madrugones, café y el cansancio del turno anterior.
«E forse il mare è dentro di lei…»
Lunes, 29 de noviembre
El secreto de una entrada que se gesta día a día consiste en no precipitarse. En condensar realmente la esencia de cada momento. ¿Que hay días que son más ajustados, menos ricos, menos densos? También existen y merecen ser retratados como tal. Porque este reto de escritura se compone de la suma de cada paso dado, desde las zancadas anchas y fuertes a los pasos más vacilantes y dubitativos. Todos cuentan, todos suman.
Y esta entrada también se construye de retales que van y vienen conforme la escritura avanza. Como, por ejemplo, cuando leo e investigo para añadir riqueza al párrafo que trabajo y me vienen aromas de mi tierra, ganas de retomar según qué libros a la sombra de las jacarandas con la Alcazaba de fondo. El sabor marino del ambiente caminando por el centro lo vuelvo a sentir a ras de piel mientras tecleo a demasiados kilómetros como para que importe. Porque el mar aquí está a otras alturas y con otras miras, es diferente, y el cuerpo me pide pasear por los Poblados Marítimos y dejarme perderme en el Cabanyal.
Mis libros se escriben en movimiento. Pienso, dejo que crezcan, camino y luego me detengo, cuaderno en mano, para dejarlo todo en papel, negro sobre blanco. Solo así pueden nacer. Solo así pueden crecer.
Martes, 30 de noviembre
Y esto se acaba.
Han sido treinta días muy intensos. Un mes completo de escritura, sin días en blanco y con un contador de palabras diarias digno de enmarcarlo. Un mes en el que he puesto en orden la mayoría de mis proyectos literarios y gracias al cual el trabajo de escritura de todo un año puedo darlo por finalizado, con vistas a planificar el del año próximo. Y treinta días en los que he podido conocerme aún más como escritora y hasta dónde puedo llegar si me lo propongo.
Celebraremos el final del reto las componentes del grupo de Mujeres que escriben, organizado por María Fornet, con una sesión de Clubhouse esta tarde a las 20h. El apoyo de este grupo, junto con el habitual de El Coche Escoba y nuestro Excel con los contadores de palabra, han sido clave, sin duda.
En total, acabo el mes con 61308 palabras y la felicidad de haber conseguido tanto, pero tanto, a lo largo de estos treinta días que me siento más que satisfecha por haber participado.
¿Y vosotros? ¿Qué tal os ha ido el NaNo? Espero que hayáis conseguido vuestras metas, ya sean de palabras (las del reto o no, da igual) como de constancia o las que os hayáis puesto.