Qué escribir y cómo hacerlo. Qué preguntas exactas hacerse en el momento justo para hacer avanzar el texto. Qué incomodidad será la que protagonice el día en cuestión. Cada página que abro por las mañanas es una oportunidad más para tratar de ir un paso más allá del día anterior.
Escribir un nuevo libro ni siquiera comienza poniendo una palabra tras otra. En mi caso, y con mi forma de escribir a capas, necesito un núcleo central a partir del cual comenzar a construir y escribir. Y este núcleo debe ser lo suficientemente sólido como para soportar todo lo que surgirá a partir de él, así que crearlo, hacerlo crecer, es un proceso que para mí está cargado de incertidumbre. Necesito tiempo, calma, hacerme las preguntas adecuadas y estudiar todas las posibilidades antes siquiera de saber por dónde iré orientando el resto de capas.
La biblioteca personal se ha estado llenando de lecturas a lo largo de estos años. Algunos libros, ya leídos, están siendo leídos de nuevo porque busco de cada uno de ellos algo diferente. Otros, nuevos en la estantería, han ido surgiendo por el camino y he ido analizando en ellos su mensaje, su forma de narrar o de crear versos, las imágenes que han creado. Otros han ido apareciendo por obra y gracia de mis visitas a la biblioteca. Todos, en cualquier caso, me están ayudando de una forma u otra a construir ese núcleo fuerte, resistente, sólido, incluso cuando todavía es algo demasiado pequeño como para poder llamarlo así.
Y es curioso el sentido lector, ese olfato afilado que sabe dónde buscar. Es curioso cómo, de alguna forma, encuentra un hilo conductor entre libros totalmente diferentes incluso en su temática o su género (guía de escritura, poesía, poesía, narrativa/ensayo, diario de escritor, diario de escritor, poesía) todos van siguiendo un camino que, a mis ojos, tiene todo el sentido. Incluso lo que en apariencia se sale de lo marcado por los anteriores de alguna forma también forma parte de todo esto, ya sea como puntal al que agarrarme y ver desde otro ángulo, ya sea como estudio de alguna estructura que me interese o, sencillamente, como material sobre el que reflexionar en las páginas del cuaderno. Y el hecho de ir saltando de libro en libro, de ir devorándolos, de ir marcando este camino siento que es lo que está dotando a este núcleo central de un poso interesante.
Sigo sin tener ni idea de nada, como suele ocurrir en este momento tan incipiente. Solo tengo la sensación de tener un libro que quiere crecer dentro de mí, las ganas de alimentarme de otros libros, otras palabras, y todas las preguntas que no dejo de hacerme en todo momento.
Lo bueno de conocerme como escritora después de todos estos años y después de haber probado mil y un métodos, es que sé que solo me queda ahora esperar, la paciencia. Lo que me espera es el estancamiento para el crecimiento, como muy bien explica Gabriella en este vídeo. Y digo que es lo bueno porque vuelvo a tener la misma sensación que cuando empecé a escribir Catenarias o Nostalgia: que sé que hay algo que late dentro de mí y me impulsa a dedicar horas de pensamiento a una idea, aunque no tengo ni idea aún de cómo orientar eso hacia el papel.
Es una fase muy íntima, profunda, más de introversión que otra cosa. Es el momento en que, internamente, despejo todo lo que tenía de lo anterior, hago hueco para lo nuevo y me preparo para la experiencia de captar, dejarme inundar por lo que quiero escribir para que crezca, poco a poco. Sin pretender acelerar el proceso en ningún momento (la experiencia, al respecto, me ha escarmentado). Sencillamente disfrutando de él, disfrutando de la preciosa sensación de un libro creándose mientras todo alrededor de ese futuro libro son dudas, búsqueda de respuestas y nada claro. Porque escribir también es esto:
«los secretos que no sé
Una pequeña personalidad linda – Berta García Faet
no sé que tengo
voy a escribir este libro
para tenerlos»