He vuelto al cuaderno. He vuelto a mis viejos ritmos. He vuelto a escribir páginas y páginas como antes, como si no hubiese habido un paréntesis de semanas, meses, en que me he limitado a lo justo y por pura cabezonería mía.
He vuelto a verlo claro.
He vuelto a tener la sensación de que lo que escribo se va encaminando hacia donde quiero. Una sensación dulce, tan dulce que se me hace extraña. Un sabor nuevo en el paladar, un sabor olvidado. Algo que no quiero que se me olvide, quiero que se quede conmigo y trabajo a diario con todas mis fuerzas para que se quede.
He vuelto a tener conmigo algo de seguridad que había ido perdiendo con las experiencias y las dudas. La cicatriz de una mala publicación está ahí, y es una herida que sé que es crónica: volverá a abrirse cuando la carne, tierna, reciba algún nuevo golpe en el mismo lugar. O cuando el roce torne lo frágil en roto. Mi deber ahora es proteger y cuidar, pero sé que en cualquier momento tocará volver a curar. Forma parte del proceso de cicatrización.
He vuelto a reconocer el placer de tener en la punta de los dedos un libro que crece y que lucha por buscar su hueco para salir. Aunque aún quede todo el proceso de escritura por delante, está claro que ahí está. Que se está nutriendo. Que es una semilla de crecimiento lento. Pero será uno de mis libros escritos, uno de esos textos que pase lo que pase saldrá desde lo más profundo de las entrañas. Lo iré tejiendo despacio, con calma, disfrutando su proceso de escritura.
He vuelto a inspirarme. A querer avanzar. A anotar. A buscar huecos para sentir el libro y poder entenderlo. A comenzar por alguna parte. A querer retomar lo que tengo. A querer terminar de leer lo que me espera pendiente. A pensar en estructuras, en posibles, en partes, en organizar, en todo. A ilusionarme, porque si algo tiene esto que quiero escribir es que me ilusiona.
He vuelto a mandar a paseo a la Impostora. Me hace más mal que bien. No me importa ahora mismo si el libro será raro, si funcionará o no, si podré hacerlo. Sé que puedo hacerlo. He vuelto a confiar en ello: solo yo puedo contar lo que llevo dentro, lo que me alimenta y me apasiona. Solo yo puedo darle sentido a mi caos, ordenarlo, hacerlo palabras y condensarlas en un folio.
He vuelto a escribir con el portátil en las rodillas, rápido, en la cama, como si la inspiración poseyera el teclado y se deslizase letra a letra. Lo que ha cambiado es que, esta vez, mientras escribo escucho la vocecita de mi hija mientras me mira escribiendo. Y todo ese viaje hasta llegar a este punto siento que ha enriquecido el proceso. Hasta el punto de que estos meses de notas breves me han predispuesto y preparado para este momento.
He vuelto a escribir para comprenderlo.
Qué bonitas sensaciones, me recuerdan a la parte de mí que quería escribir y le hacen latir como si no hubiera desaparecido del todo, gracias por compartir <3
por cierto, la pulsión me ha recordado de alguna manera a El libro de la fiebre de Carmen Martín Gaite. He visto que estás de bache lector, por si no lo conoces y te interesara echarle un ojo!!!
Un abracito
Me alegro de que lo que escribo transmita todo lo que me está haciendo sentir de intenso y bonito que está siendo este proceso. Me apunto el libro, que seguro que será una lectura interesante. Gracias por el comentario y la recomendación, un abrazo y feliz verano.