No todo tiene que estar hecho para ser compartido.
No todo lo escrito está preparado para publicarse.
A veces la escritura requiere de tiempos de calma, de momentos de reposo, de dedicarle tiempo a una misma para tratar de ampliar intereses o lo que sea.
A veces lo que quiero es, simplemente, dedicarme tiempo de mí para mí. Porque me apetece, sin más. Porque puedo. Porque es algo que va más allá de lo que toca.
Dentro de mi escritura diaria incluyo la persecución de una palabra esquiva por los laberintos de las líneas del cuaderno. Cuaderno que trato de tener siempre cerca de mí y con el que trato de perderme todo lo posible. Con el que trato que cada día que paso con él en las manos signifique algo. Signifique lo que eso sea. Sea lo que sea, quiero seguir viniendo a contarlo.
Darme cuenta que un texto crece de forma orgánica es la forma más bella de reconocer la vida de un proyecto. Que crezca conmigo, a mi par. Que se refleje su vida en las notas, en los márgenes. Que florezca el texto así.
Y qué tendrá todo eso de la escritura y su magia que tiempo después de la primera inspiración de una canción sigue conmigo, sigue pegada a la piel y hace florecer a flor de piel. Lo que evoca, lo que crece dentro de mí. Qué tendrá la escritura que en este fluir de pensamientos rápidos, más rápidos que mi propia mano, me hila los conceptos y permite que evoque mis viejos paseos por Ollerías, que recuerde el día que estrené pluma en el Café del Viajero (ya desaparecido) y cómo atesoré ese momento. Y cómo agradezco tanto, pero tanto, el haberlo hecho y no haberlo perdido para siempre en la memoria, entre otros muchos detalles que anoto para no olvidarme.
Detalles en los que he ido creciendo. Detalles de cuando estaba aprendiendo a hacer esto de la escritura y que ahora los contemplo, con la ternura del tiempo transcurrido y del momento presente. Detalles en los que sé que me sigo identificando y por los que sé que hoy sigo escribiendo. Inspiración entonces y que sigue siendo aún en el presente.
De aquellos barros, estos lodos. Todo eso debo a la escritura. Mis miras actuales le deben mucho a las miras de entonces y cómo poco a poco he ido aprendiendo a mirar, aprendiendo a buscar y a tratar de ir más allá para plasmarlo en un texto. He ido aprendiendo y sigo haciéndolo, de hecho, me sigo considerando mera aprendiz. Pero siento que va tocando ya poner según qué cosas por escrito. Y ya veremos qué resultado queda, pero por lo pronto yo escribo.