Vaivén de palabras se escribe en este proyecto.
Líneas y versos, versos y líneas. Se alinean las ideas, se ordenan y toman su forma natural. Se añaden, como un juego o un puzle, unas a otras. Se exploran entre ellas. Se expanden a veces, otras se encogen. Entre las manos juegan a encontrarse y plasmarse en un documento que va creciendo a un ritmo lento y constante.
Muy lento. Y muy constante.
Sigue siendo un juego. Sigue siendo una expresión al margen de mi proyecto principal, algo casual, algo que no se escribe todos los días. Pero está ahí, está de continuo, y se aparece en los momentos menos esperados. Cuando más echo de menos volver a este proyecto es cuando se deja caer, saluda y se acerca a ver cómo me encuentro. Deja su huella, sale con mayor o menor facilidad y luego se marcha, hasta la próxima, ya nos veremos. Ya seguiremos en contacto. Y cuando creo que ya ha tenido su última palabra siempre vuelve.
Porque aún no está todo dicho.
Va y viene, por el camino se entretiene. Crece, a su ritmo, como lleva haciendo durante meses. En noviembre ha tenido su minuto o dos de expansión. No todos los días, no en todo momento, pero sí con cierta asiduidad. No sé hasta dónde llegará ni cuál será su límite, qué día podré sentir dentro de mí que ya está todo dicho. Pero me es indiferente: esto sigue siendo un juego, algo que solo puede crecer así, sin demasiada planificación previa, según como vaya surgiendo.
No podría ser de otra manera.