Esto es, casi, el diario de una corrección que parece que va tocando a su fin.
Abro un día tras otro Scrivener. A veces, para no conseguir hacer nada. Otras, para añadir dos nuevos poemas al contador, recolocarlos, cambiar versos, comprobar si funcionan o no. En mi cabeza suena la misma música siempre, de fondo, mientras leo todo, intentando ver si el libro que crece lo hace en coherencia. Poco a poco lo voy consiguiendo. Poco a poco el libro arranca y funciona.
Y conforme más avanzo en su escritura, conforme más convencida quedo de su potencial y de lo que realmente transmito en sus versos, más choca con mi seguridad de frente. Más se transforma en inseguridad, en una Impostora que quiere hacerse con los mandos para pilotar y desviarme del objetivo. Más intenta derribarme del sitio al que escalé con paciencia, día a día, escribiendo sin parar. Con cada poema que consigo pulir, con cada lectura con la que quedo convencida de lo que estoy creando, más vértigo da pensar en el siguiente paso.
El pasado está ahí, a modo de recordatorio. Aunque luego lograse enderezarlo, algo de ese poso siempre queda.
El domingo de escritura se transforma en domingo de pelear, por un lado, con unos versos que se resisten a ser corregidos y no termino de encajarlos y, por otro, con esa Impostora que no para de señalarme directamente, con dedo acusador, tratando de machacarme. Todo se llena de cuestionamiento constante de mi proceso, de mi creatividad, de lo que espero escribir y lo que consigo.
No tengo la receta perfecta para salir de ese atolladero. Solo puedo hacer lo único que sé hacer: avanzar, seguir trabajando en mis textos, en lo que quiero transmitir y en cómo lo escribo. Tratando, en cada momento y siempre, de hacerlo lo mejor que sé, la versión mejorada de lo que haya hecho anteriormente. Con mis dudas a cuestas, con mis inseguridades, con todas las preguntas a la vez presentándose junto al manuscrito. Con la certeza, también, de que pase lo que pase esto lo hago por mí y porque esa idea que se me atascó hace tiempo en la cabeza necesito sacarla para poder seguir escribiendo la siguiente.
No me imagino haciendo otra cosa en este caso, solo escribiendo.
Las dudas, las inseguridades, la Impostora sé que siempre me esperarán en la siguiente vuelta de página, junto al teclado, por si algún día la debilidad mientras pienso en cómo arreglar un párrafo puede invalidarme. Y a pesar de lo difícil que se me hace a ratos, escribo. Es lo que hace que los turnos pasen más rápidos, que los descansos tengan otro sabor. Escribir es en lo que confío para poder seguir adelante; sus procesos puede que me abrumen, pero el resultado final, el manuscrito terminado y corregido, la expresión de lo que tenía en la cabeza transformado en un resultado tangible es algo que me hace especialmente feliz.
Saber las circunstancias en las que mi proceso creativo se manifiesta es, para mí, un motivo de peso para seguir intentándolo. Me dan igual los miedos, los pensamientos negativos, las dudas.
El libro seguirá creciendo, a pesar de todo.
PD (domingo 05/02 a las 19:15h): lo conseguí. Manuscrito terminado. Ahora lo que toca es el paso del vértigo.