Llevo media semana anotando conclusiones a las que llego tras las sesiones de escritura. Mi diario se nutre de ellas y gracias a ellas progreso, una lleva a la siguiente. La cuestión es que hay una frase de entre todas que lleva varios días clavada en mí y ha sido gracias a la cual he llegado a la conclusión de la entrada de esta semana.
El alma voluble de un relato que se escapa
Tiene tintes de algo recurrente el hecho de que cada cierto tiempo me entre la morriña y me den ganas de pasear por Málaga para volver a inspirarme. También tiene bastante de recurrente, de que necesito soltarlo, el hecho de que ciertas ideas vuelvan a mí cada x periodo, lo haga cada vez con más fuerza y me sienta en la absoluta y completa necesidad de dejar lo que tenga entre manos para entregarme a ellas.
La experiencia, entonces, toma la voz por mí y me dice que no es el momento. Que acabe todo lo que tengo pendiente, que me dedique a cerrar frentes y no dejar mil abiertos.Incluso insiste, y esto es lo peor, en que no es la primera vez que estas ideas vienen a mí y de las ganas, de cuatro bocetos, no pasan.
Le hago caso, porque en parte tiene razón. Ya aprendí hace tiempo que cuantos más proyectos tenga entre manos menos hago, más me dejo enredar y menos avanzo. Por eso voy al mínimo, con uno o dos como mucho, así que otra nueva idea o proyecto entre manos supone un cambio importante. Además, con todo lo que suelo abarcar y el trabajo tampoco necesito dejarme liar más de lo necesario.
Pero, por otro lado, sé, estoy segura, que este conjunto de ideas que vienen a mí, que desean tanto ser escritas pase el tiempo que pase, es el alma voluble de un relato que se me escapa. Viene, saluda, pregunta si ahora por fin es su momento y se marcha hasta la próxima visita.
Creo que nunca tendré cien por cien claro si ese instante, punto cero donde iniciar su andadura, existe de verdad o tendrá que ser creado. Pero huelo que se va acercando ese día en que me siente a ello porque estoy volviendo a esa fase en que cada vez se me hace más irresistible pensar en ese puñado de ideas como algo plausible. Y lo siento porque ya son demasiadas veces la que se me escapa entre los dedos la oportunidad para luego lamentarme por ello.
No sé si será un proceso sencillo o me llevará años entender este alma peregrina y voluble, un relato que se ha presentado ante mí durante tanto tiempo y con tantas formas que ya no sé cuál será la verdadera (¿acaso, quizás, alguna vez la haya conocido?). Trataré de compaginarlo lo mejor posible con el resto de mis proyectos, me lo tomaré con calma y que sea lo que tenga que ser, pero me niego a que se escape otra vez.
Lo único que tengo claro de todo este proceso que se inicia ahora es que llevo media semana, desde que el pasado miércoles cierta frase acudiera a las páginas de mi cuaderno, pensando en la verdad que esconden esas palabras. Creo que ha sido la afirmación que me ha hecho abrir los ojos, ponerle nombre a algo que llevaba demasiado tiempo aplazando. Rumiando la posibilidad de crear, por fin, las condiciones precisas para que este relato que se me escapa sea por fin atado y bien atado, puesto negro sobre blanco.
Ahora creo que necesitaré una temporada de búsqueda de inspiración al máximo y, seguramente, más de un viaje a Málaga me servirá para ello.