¿He decidido este mes saltarme cualquier clase de planificación que tuviera? Efectivamente, pero está siendo por una buena causa. Desde que empezara el NaNoWriMo de este año no he parado de escribir y quería traer algunas cosas que he aprendido estos años de experiencia y compartirlas aquí.
La semana pasada hablé de qué estoy haciendo para intentar escribir este reto de cincuenta mil palabras sin morir en el intento. Pequeños trucos para conseguir la meta diaria. Digamos que es la parte más amable de todas, la de la meta: la ves, está ahí, te deja un refuerzo positivo importante cuando la alcanzas. ¿Pero qué pasa cuando no llegas a ella? ¿Cuáles son los puntos de inflexión del NaNoWriMo?
Vaya por delante que todo esto está basado en mi experiencia personal, pero para mí estos son los puntos más importantes:
Las primeras diez mil palabras
No voy a minimizar esta cantidad. Llegar a ella es ya de por sí una tremenda meta, más cuando no se está acostumbrado a escribir. Pero siempre he sentido que para mí es una frontera tremenda, lo tengo más que comprobado: si sobrepaso las diez mil palabras y continúo escribiendo es porque lo que tengo entre manos merece la pena. El impulso de escribir no se pierde, no me pierdo por el camino, la idea tiene fuelle, sigo teniendo ganas de hacerla crecer.
Al principio se empieza con muchas ganas, pero es fácil que la cosa se desinfle con el paso de los días y las palabras. Y digamos que a partir de las diez mil palabras es cuando aparece el primer bache de todos, pero no es el único.
El nudo, entre treinta mil palabras y la tercera semana
Hay un pequeño punto de satisfacción cuando llegas a la mitad del reto y firmas las veinticinco mil palabras. Pero, ay queridos, a partir de ahí empieza una cuesta arriba interesante. En torno a las treinta o treinta y cinco mil palabras, alrededor de la tercera semana del reto, es cuando más empinada es esa cuesta arriba y más difícil resulta el reto. El cansancio se acumula y lastra. El nudo de la escritura se enreda y parecen todos callejones sin salida, todo es insulso, todo cuesta el triple de escribir. ¿Hacia dónde ir? ¿Por qué hemos llegado hasta aquí y no sabemos seguir?
Abandonar se convierte en tentador, muy tentador. Escribir se convierte aquí en algo más parecido a una carrera de resistencia. Continuar es algo que depende mucho del compromiso, las ganas de seguir con lo prometido con uno mismo y con la escritura… Siempre que la vida no se meta por medio, claro.
El fuelle de la novedad se ha perdido por completo a estas alturas. ¿Qué queda? Fuerza de voluntad y resistencia.
Lo siento, no vengo a endulzarlo. El NaNoWriMo no es un reto fácil, requiere constancia y trabajo diario, mucho trabajo diario. Que a mí me encante es otro tema, pero soy realista y no me gusta mentir. El simple hecho de escribir a diario ya es un buen reto de constancia y trabajo, lo sé de primera mano. Hacerlo, encima, a estos niveles de presión es todavía más intenso.
Se puede hacer, por supuesto, lo llevo haciendo muchísimos años, con oposiciones y con un trabajo como la enfermería. Se puede escribir a diario, incluso con una bebé. Pero para hacer estas cosas se requiere mucha fuerza de voluntad y un punto de sacrificio que a estas alturas de la vida no pienso ningunear ni maquillar.
El resoplido final, las últimas palabras hasta las cincuenta mil
Mantener la voluntad, mantener la disciplina y el contador de palabras hasta el día treinta es complicado, pero no imposible. Pasado el bache anterior parece que algo de fuerzas vuelven. Se ve el final cerca, se intuye, y parece que se insuflan nuevas energías para continuar. Aún así cada paso pesa una tonelada, cada palabra arrancada al folio es una pequeña victoria. Las últimas diez mil palabras pueden ser eternas.
No tengo demasiados consejos para esta fase, la verdad. Entiendo que el ánimo y las fuerzas estén bajo mínimos después de tanto tiempo escribiendo con esta intensidad. Escribir desgasta, aunque parezca que no. El cansancio mental existe y hay que tenerlo en cuenta.
En general, ponértelo fácil siempre viene bien. Algo que me funciona mucho para esta recta final es leer un poco antes de escribir. Unas líneas, algún libro a mano, una newsletter inspiradora, un poema… Lo que sea. Me ayuda a entrar en flujo de escritura. Dejarme el material preparado (portátil cargado para desayunar escribiendo, la pluma con la tinta bien cargada y el cuaderno a mano…) siempre hace que la fricción de ponerse a ello disminuya, salga más natural. Y si hace falta, dividir las sesiones de escritura en varias a lo largo del día, para no achicharrarte en el proceso.
A estas alturas del reto ya está casi todo el pescado vendido. Mejor protegerte del cansancio que tratar de presionarte para llegar a una meta si la ves imposible. Si llegas al día 30 con veinte mil palabras está tan bien como si llegas a las cincuenta mil: son más de las que tenías antes de ponerte con esto. Felicítate por el logro, no lo olvides. Ya habrá otros años, otras circunstancias… Y ahora lo has hecho lo mejor que has podido con lo que tenías.
Repito: escribir, hacerlo con esta presión, es difícil. Quedarte en alguno de esos puntos de inflexión nos ha pasado a todos, no te fustigues por ello. Llegues adonde llegues, es una meta digna de ser celebrada, así que hazlo: felicítate por ello.
