Me preguntas qué estoy escribiendo y se me queda la mente en blanco. Me lanzas la pregunta en mitad de la conversación que estamos teniendo y por un segundo no sé qué contestar.
¿Qué escribo? Mentalmente tengo varios inicios de la misma entrada en la que hablo de la situación enfermera actual y me uno a las reivindicaciones de Enventuais en Loita. Intento teclear por enésima vez algo sobre el Día Internacional de la Enfermería y vuelve a caer en saco roto porque pienso que no consigo darle el punto exacto que quisiera. El borrador de esta entrada reivindicativa se reescribe una y otra vez en mi mente junto con las imágenes de las aulas inmensas llenas de enfermeras jugándose su futuro y su presente a una carta, vestidas todas de negro. Cuánto nos queda por luchar y pelear, nuestro día es cada vez más necesario para todo esto. Pero como buen borrador, de ahí no pasa, ahí se queda, en lo esbozado.
¿Qué escribo? Esa falta de concentración y de poder condensar lo que quiero contar viaja conmigo, me persigue. No se trata solo de un problema a la hora de estudiar, también me siento dispersa a la hora de escribir.
¿Qué escribo? Me debato entre algunas ideas viejas, que llevan demasiado tiempo dentro como para que sea sano que sigan ahí. Me encuentro rodeada de ellas y de las nuevas que luchan por ocupar su lugar, por que las haga evolucionar. Intento leer todo lo que encuentro, todo lo que el cuerpo me pide para conseguir que crezcan y tomen el rumbo que sea, pero que pasen de esa fase enquistada. Y de los libros y las notas sueltas por los cuadernos no paso.
¿Qué escribo? Me vienen a la mente los concursos a los que me he presentado últimamente, los más recientes, y me siento tentada a contestar hablándote de esto, pero también están los rechazos más cercanos en el tiempo. Pienso en cómo seguir intentándolo, cómo seguir probando, en que no sé cuál será mi siguiente paso en este momento. Necesito saber alguna respuesta para poder pensar qué dirección tomar de aquí en adelante.
¿Qué escribo? Siempre me he dicho que no puedo ir detrás del libro, que necesito que primero forme parte de mí para ser escrito, para que se vaya escribiendo poco a poco ante mis ojos. Que ya me ha pasado otras veces y no quiero forzarlo. Pero no tengo nada de momento, solo páginas y páginas escritas de mil pensamientos diversos que va a costar conectar entre ellos. Y en el último fin de semana aún más, acumulados todos con mi letra más pequeña porque necesitaba pensarme en papel para funcionar y eso he hecho.
¿Qué escribo? Podría hablarte, pues, de atascos, falta de concentración (o, más bien, la concentración de un vaso vacío), dispersión, cansancio o de lo lento que es este proceso a veces en mi caso. Podría contarte que he precisado soltar lastre últimamente para poder seguir, con todo lo que eso significa, y gracias a ese lastre he podido recuperar el hábito diario de rellenar páginas. De forma natural, además, sin forzarme, por el simple placer de dejarme llevar por la pluma en la hoja.
Sin embargo, me sale antes decirte que ahora mismo no escribo nada. Lo siento, mamá, es demasiado largo de contar y, a veces, demasiado doloroso por lo que implica estar a la espera de no se sabe bien qué para seguir. O para comenzar. Aunque no haya dejado de empuñar la pluma en ningún momento.