Desde que terminé en su momento la corrección de Lettere apenas he escrito. De hecho, de lo que llevamos de año estoy anotando muy pocos días de escritura en mi proyecto anual («Reto 250 – 2019») en la aplicación que uso para llevar el registro, Writeometer.
No es un bloqueo exactamente por lo que paso, ya que tengo varias ideas en las que trabajar. En concreto tres y no me decido por ninguna de ellas a la hora de elegir una en la que empezar. Mientras tanto, tampoco escribo otra cosa.
Siento que lo que el cuerpo me pedía era dejar un tiempo entre el proyecto del último NaNo, el mismo que seguí escribiendo incluso en diciembre aunque a un ritmo menor, esa corrección de la que hablaba antes y lo siguiente en lo que me pusiese a escribir. La sensación es como de haberlo dado todo en esos proyectos y necesitar desconectar antes de ponerme a otra cosa, fuese la que fuese. Como si tuviese que dar tiempo a mi mente para que se nutriera un poco, rellenar el pozo interno, antes de seguir.
¿La sensación que tengo, sabiendo como sabéis lo que me gusta escribir, lo mucho que lo necesito para estar bien, mis rutinas hasta la fecha y todo lo que os he ido contando en diversas entradas por aquí? Sorprendentemente no estoy demasiado mal. Lo echo de menos, claro que sí, mentiría si dijese lo contrario. Echo de menos esa rutina, ese ponerme a ello como el mejor momento del día, ese sacar de dentro las ideas y verlas materializarse en la página en blanco. Pero por otro lado comprendo las circunstancias en las que estoy y la sensación que ha hecho que precise una pausa para poder continuar.
Entiendo que me ha pasado lo mismo que en su día con el tema de las pausas opositoras: son algo preciso a veces para poder poner distancia tanto emocional como mental con lo que ya se ha hecho.
Ya que en esta última semana lo he tenido todo más claro y lo único que me ha impedido ponerme a ello ha sido una contractura brutal, voy a aprovechar que estoy mejor para empezar a retomar viejos hábitos que echo de menos. Voy a dar esos primeros pasitos que siempre cuestan más porque después de las pausas una se siente más oxidada y en baja forma.
Por lo pronto me voy a poner a compilar para imprimir el documento que estuve escribiendo los pasados noviembre y diciembre ya que ahí hay varias ideas en las que quiero trabajar. Por otro lado, quiero dedicarme estos días a hacer una lista de las ideas que tengo para esos posibles tres proyectos para saber por dónde empezar de todos ellos. Y cuando ya tenga claro a qué voy a dedicar mis energías de las tres cosas os iré comentando por aquí los avances.
Lo único que puedo avanzar al respecto: las tres cosas que me apetece escribir en estos momentos no tienen absolutamente nada que ver entre ellas. Ah, y que lo seguiré llamando «cosas» así, en abstracto, hasta que tenga la confianza suficiente en ellas, en su posible potencial, y pueda referirme con propiedad hablando de ellas como proyecto o ponerles algún nombre, el que sea.
De verdad, después de estas dos últimas semanas con la contractura de cuello tan horrible que he tenido y con la situación de estrés que me produce siempre estar en ecocardios (más sobre estrés, sistema límbico y bloqueos en este artículo maravilloso que he leído esta semana), mejorar en el tema de salud y retomar mis rutinas de estudio y escritura me van a devolver la paz mental, estoy segura.