«Solo me consuela saber que, a pesar de mis bajonas, mis dudas y mis momentos de no estar segura de nada yo sigo escribiendo.»
[Cuaderno número 25, 31/05/24]
Escribir a mano, en el cuaderno, tiene sus indudables ventajas. La primera y más importante de ellas es que me permite pensar, ir más allá de cuatro puñados de palabras. Aunque no tenga tiempo, aunque sentarme a escribir suponga hacerlo cansada y con dudas, el rato diario es imperdonable. Y gracias a ese momento cada día es como estoy consiguiendo mantener un músculo que si no ya se hubiese atrofiado.
No escribir no es una opción. Aunque nunca vean la luz todas esas páginas, sé lo que significa lo contrario. Ya he pasado por ahí y no quiero repetirlo. Es por eso por lo que cada día intento como sea apuntar algo, reflexionar sobre algo, traer a la luz lo que sea: una imagen que haya visto, algo de música, algo que haya leído… Me da exactamente igual el punto de partida.
No sé hacerlo de otro modo: me lanzo a la página en blanco a la espera que ella me acoja y se haga la magia. Y muchos días no es así, es duro comprobarlo y verte como chocando contra un muro una y otra vez. No es nada fácil darte cuenta que ese día solo te has desahogado, has contado algo trivial de tu día a día y tampoco has hecho el gran texto de tu vida. Pero de los días así también se saca algo, y en este caso significa sacar de la mente algo que está haciendo ruido por lo que sea.
Es con lo que decido quedarme. Más allá de la frustración, más allá de lo simple. Con el ruido liberado. El ruido que siempre está ahí de fondo, el ruido que forma parte de todo y que todo lo invade e impide escuchar las señales más lejanas, los sonidos más tenues. Porque para poder sintonizar y encontrar el sonido brillante, limpio, claro y fuerte que resalta por encima de otras señales, tan potente que lo tapa todo, hay que entrenar el oído para distinguirlo primero en mitad del ruido, tan apagado que es casi una intuición saber que está ahí.
Y entrenar esa intuición pasa por seguir escribiendo. Aunque sea medio dormida, cansada, en una aplicación porque el día ha sido imposible. O con una bebé al lado durmiendo la siesta.
Solo aspiro a intuir esa señal de fondo que se atisba en el ruido. Que no se me pase y se pierda para siempre.
Siempre me inspira leerte, porque también me gusta escribir y me animas a hacerlo. Tal vez ahora escribo un poco menos, porque ando en la universidad, pero cuando veo tus publicaciones, vuelvo a confiar y escribo más.
Te escribo para felicitarte por el cambio a substack. Me parece un acierto poder leer tu publicación entera desde el correo email que recibo con tu post.
Un fuerte abrazo!!
Gracias por tus palabras, Antón. No te creas que es fácil con todo a la vez, pero se intenta, que eso también es importante. Así que aunque sea de forma ocasional sigue intentándolo.
Un abrazo enorme.