Cuando se juntan en el calendario turnos, turnos y más turnos con los descansos más bien justos intercalados es normal que aparezcan periodos de escritura con distintos grados de desastre y un denominador común: el cansancio.
No es un cansancio cómodo. No es el típico cansancio de cuerpo o de mente. Es una combinación de ambos, algo que me deja sin fuerzas ni ganas de acercarme a un cuaderno a garabatear lo que sea. Y, seamos sinceros, siempre es más fácil coger una pluma o bolígrafo y el cuaderno que el portátil y exponerme a doscientos distractores.
Es un cansancio que, además, me deja mirando a la página en blanco estando yo más en blanco que ella. Ni un pensamiento coherente acudiendo a la mente. Nada. La sequía más absoluta. El infinito sonriendo de fondo mientras yo, después del tercer turno seguido, observo una vez más la punta del plumín de la Parker 51 y lo más interesante que se me ocurre es que tendría que limpiarlo y cambiarle el cartucho pronto. Nada más elaborado.
Ni me planteo en esas situaciones acercarme siquiera a los apuntes. Ya habrá un nuevo día mañana en el que apretaré más en el estudio. Pero la escritura, ay la escritura… Ahí hablamos de otro tema, uno que requiere que, al menos, en esos últimos minutos del día en que no puedo más recoja esas sensaciones y decida apagar para descansar. Es lo que termino haciendo, expongo lo que me pasa al papel. Entonces el libro de la mesilla de noche me llama y voy avanzando con él hasta que me noto ya medio dormida y cierro por ese día.
Conectar el cerebro a primera hora del día y sentarme a escribir para plasmar lo que pasa por una mente agotada. Venir de desconectar el cerebro durante tres días porque mi concentración mental, además de usarla para avanzar con un par de temas de la oposición, la he utilizado al máximo para llevar todo adelante (Oncología, Domiciliaria, Trasplantes).
Cuando los turnos se juntan a veces esto es lo más elaborado que se puede procesar.
Y aún así, me siento orgullosa porque el reto de los 100 días de escritura sigue adelante. Al igual que el estudio y su calendario, que va prácticamente al día. En realidad, a pesar del cansancio y de los días complicados, estoy orgullosa de mis esfuerzos y de lo que estoy consiguiendo con ellos. Todo forma parte del proceso.
Me fascina que, a fin de cuentas, el reto de los 100 días de escritura es asequible hasta niveles absurdos… y no soy capaz de ponerme, ni aun así. Tengo que romper la mala racha de una vez por todas. ¡Eres una gran inspiración para ello!
Y lo mejor que tiene ese reto es que no tiene mínimo de palabras. Así que si son cincuenta palabras diarias, bien están. Ponte una fecha en el horizonte y adelante con ello 🙂