Se dice pronto. Dos años desde que me llamaran y me ofrecieran la vacante en la que estoy ahora, dos años en los que he ampliado y aprendido como enfermera más que nunca. Dos años de trasplantes hematopoyéticos y de domiciliaria, la parte que más me gusta de todo el proceso.
Dos años después, sigo recibiendo el mismo tipo de reacciones cuando comento a qué me dedico. Incluso dentro de los círculos sanitarios, el paciente oncológico, y más en concreto el paciente hematológico, sigue generando la sensación de que es un paciente duro. Complicado. Especialmente a nivel psicológico. Y no lo niego, tiene su aquel, pero la verdad es que es un tipo de paciente que llevo bien. Lo mismo tenía razón aquella compañera de UCI diciendo que las enfermeras de hematología estamos hechas de otra pasta, no lo sé.
Pero es que este trabajo me llena. Me satisface a unos niveles complicados de explicar. Me permite llevar el seguimiento del paciente, que es una de esas cosas que me gustan de la enfermería (y por lo que Urgencias no me llama para nada, por ejemplo). La conexión enfermera-paciente tiene otro matiz, y eso hace que en domiciliaria seamos lo más cercano para ellos para cualquier cosa que surja. Incluso en los momentos duros es un trabajo gratificante.
Lo único que se lleva mal, lo único que me quema, es cuando las presiones desde arriba hacen que trabajar se convierta en una sucesión de tareas mecánicas a las que no se llega porque la presión asistencial lo hace casi inviable. Las ratios y las cargas de trabajo, ya se sabe.
Dos años después aquí estamos. Han habido vaivenes de equipo, cambios, jubilaciones, enfermedades, buenas noticias. La domiciliaria de trasplantes, esa unidad que empezó hace dos años y poco, actualmente está más que afianzada, con una buena carga de trabajo últimamente. He ido formándome conforme han ido surgiendo las oportunidades y siento que cada vez que escarbo más y más en este mundo más en la superficie estoy, más me queda por aprender. Y eso me encanta como enfermera, todo sea dicho.
Además, el hecho de no limitarme a rodar solo por la planta (ya sea en Hematología en sí, ya sea en la Unidad Hiposéptica con los trasplantados de médula), si no que esté rodando también por la Domiciliaria es lo que más me llena. La Comunitaria es una de las ramas de la enfermería que más me gusta, así que esta combinación de paciente hospitalizado en domicilio junto con la complejidad en sí que supone este tipo de pacientes (inmunodeprimidos, con necesidades de antibióticos y/o de transfusiones, seguimiento de analíticas, cuidados relacionados con sus patologías base o las complicaciones derivadas del trasplante como puede ser la mucositis…) hacen de este tipo de pacientes los que más me gusta llevar.
Dos años de enfermera de trasplantes hematopoyéticos, dos años de enfermera domiciliaria. Y como le dije hace poco a una de las hematólogas: por favor, que no me saquen de la Domi, que si no me matan.