Lo complicado de escribir todos los días, en ocasiones, no es encontrar el hueco de tiempo para hacerlo. Lo complicado es acabar con el desafío de la página en blanco y conseguir arrancar.
Y día tras día intento hacer de mi escritura algo mejor. Y me convierto en mi peor juez, mi peor crítico. Me dedico a escribir y escribir, a desafiar esa página en blanco a diario. Lo único que consigo es romperla con notas mentales, me desahogo, vacío la mente… Pero de ahí no pasa, el desafío continúa, la página sigue impoluta, tal y como estaba en un principio.
Ya no es solo sentarse a diario y escribir una página, o unas líneas, o un puñado de palabras. O lo que sea. El desafío de la escritura diaria espero, deseo y busco que sea algo más, que me aporte, que me permita encontrar lo que busco cuando escribo, cuando pienso en lo que quiero crear. Intento que durante el rato que esté frente al cuaderno o frente al portátil sea algo más que un puñado de palabras que se puedan borrar en cualquier momento, que no lleven a nada.
Muchos días no lo consigo. Lo llamo «escritura de supervivencia» porque en la cebolla inmensa que es todo mi proceso de escribir a capas es un día que, sencillamente, no aporta y, también, es necesario. Es un día de quitar, de borrar a posteriori, pero también un día de dejar la mente despejada de ruido de cara a poder escribir mejor. El problema es cuando los días de escritura de supervivencia se superponen y suman sin cesar, uno tras otro, sin conseguir nada más que eso, despejarme, vaciarme, contemplarme desde fuera como si fuese alguien que ha olvidado por completo escribir y lo que supone enfrentarse a una hoja en blanco.
Al final lo que supone un punto de ruptura, algo desde lo que partir y desde donde comenzar por algún lado a desafiar a la hoja en blanco es un día libre después de una guardia. Una canción o grupo que sé de sobra que me ayuda a alcanzar el flujo de escritura con mayor facilidad.
A pesar de todo, puede ser insuficiente, tanto tiempo con la página en blanco mirando sin resultados pasa factura, incluso en alguien acostumbrada a escribir a diario. Pero toca arrancar de alguna manera, en algún punto. Necesito desafiar a la hoja en blanco en lugar de que ella me desafíe a mí y consiga salirse con la suya. En esas estamos, nadie dijo que escribir fuese fácil.