Nada que ver con el desánimo del año pasado.
Un año más, vuelvo a dejar poesía en mi Plan de cuidados literario para celebrar este día. Este año, además, me regocijo por los cambios con respecto al año pasado: recuperar y volver a lanzar al mundo Catenarias ha supuesto una paz que hace un año no tenía. Sentir que mi trabajo merece que se lea, merece la pena, que está disponible de nuevo… Todo eso me hace celebrar este día con ganas, como si hubiese recuperado también parte de esta festividad.
«Retorcer la urdimbre entre los dedos heridos: mezclar la calma, tramar las vivencias, detener el tejido en el punto álgido y que de las hebras deshilachadas y las sobrantes cuelgue tierno fruto. Un poema a medio hacer, un anexo de dedos enmarañados que tropiezan se cortan, se trenzan, se traman, se hilan, se tejen, se mezclan.»
Sigo experimentando y llenando de notas mis cuadernos. Trabajando en poemas, tratando de sacar de ellos el mayor jugo posible. Sigo borrando y reescribiendo, empezando y terminando poemas que tal vez jamás vean la luz pero para mí son importantes de escribir.
Sigo considerándome una poeta con ganas de aprender. En búsqueda continua, tanto de poemas ajenos nuevos que me alimenten como de versos nuevos que sienta diferentes. Sigo intentando que cada estrofa que escriba tenga el sabor del avance, del aprendizaje, de la construcción de lo que mis ojos captan y lo que busco transmitir. A veces es tan sutil como un simple matiz.
Todo verso que fructifica es poesía que sigue expandiéndose junto a mis tintas.
Toda la tinta vertida es rastro de sentires, de momentos que he precisado transmitir para que no se olviden.
De olvido están hechas las horas, así que sigo considerándome poeta que registra, poeta que busca los modos de luchar contra lo que no se escribe. Porque lo que no se cuenta no existe y este aprendizaje, esta búsqueda de los matices es real y diaria.
Feliz día de la poesía, aunque sea con un día de adelanto. No olvidéis recomendar a vuestros poetas favoritos y compartir sus libros.