Quince entregas después puedo concluir que cambiar de newsletter, pasarme de Mailchimp a Substack, es la mejor decisión que he podido tomar con respecto a mis redes este año.
Una amante de números y datos
Los habituales aquí ya sabéis de sobra que soy feliz organizándome. Los Excel para mí son imprescindibles: tengo uno para el té (variedades, tipos, fecha de caducidad, gráfico de gasto a lo largo de los meses para saber cuándo toca reponer, etc.), para las tintas (marca, color, cantidad a principios de año, tabla para anotar las recargas y en qué plumas he usado cada tinta, etc.), para mis cuadernos (pendientes de usar, usados, fechas, contenido aproximado) e incluso para mis libros (pendientes, leídos cada año, etc.).
Me gusta, disfruto haciendo esos números y viendo los resultados. Y si puedo sacar una gráfica, mejor.
Al igual que estudiar todos esos datos me ayuda a saber y prever futuras compras, gastos y otros patrones (por ejemplo, si uso más unas plumas que otras según el color), también estudio los datos que me arrojan las estadísticas de Google de visitas o las de las newsletter. Y esto último me ha dado una información muy interesante.
Antes del cambio: newsletter en Mailchimp
Con la newsletter en Mailchimp he pasado varias etapas. Hubo una al principio que sí que la escribía y la enviaba. Luego, pasé una temporada bastante larga en que, mayormente, la usaba como un lector de feed, esto es, que cuando publicaba una entrada aquí automáticamente se enviaba una newsletter semanal con el enlace (o enlaces) de lo publicado a la bandeja de correo.
Esto último fue muy cómodo en una época en la que no tenía demasiado tiempo para escribir tanto, pues estaba más liada entre trabajo y oposiciones. En principio no tenía ni que preocuparme más allá de la entrada semanal, era algo completamente automático. Pero empezó a fallar mucho, muchísimo. Y había semanas que no conseguía enviar nada hasta que lo hacía de forma manual. Y para hacerlo así, prefería escribir lo que fuese y enviarlo.
Además, me preocupaba un par de cosas. No dejo de leer por ahí que una buena tasa de apertura está en torno al 35% y, bien, mis mails se abrían sobre el 38%. No es mala tasa, pero la lista, mi segunda preocupación, no crecía. Y si de los pocos que estaban, de los que habían decidido confiar su correo para leerme, muchos no me abrían porque se iban directo a la carpeta de spam pues para mí era un problema.
Dos focos importantes sobre los que poner atención. Pero si no podía asegurar los envíos, tampoco podía solucionar esos problemas.
Después del cambio: newsletter en Substack
Tras muchas vueltas, y consultando durante el proceso a mi querida María Fornet (altamente recomendable su newsletter Punto de Inflexión) acabé probando Substack y sucumbiendo a sus encantos.
La facilidad para escribir las entregas semanales (tanto en el móvil como en la web, con un editor muy parecido al de WordPress que uso para esta web), la mejora en las estadísticas en general (aperturas cercanas al 50%, un poco más bajas en el verano) y el crecimiento en suscripciones (en poco tiempo he duplicado la cifra) ya son suficientes motivos para estar contenta con el cambio. Pero es que, además, la comunidad que se crea alrededor en la web/app de Substack hace que todo ese esfuerzo de escribir una carta personalizada con sus secciones cada semana tenga una recompensa mayor.
Encima he vendido unos cuantos ejemplares más de Catenarias en este periodo. Es que no puedo pedir más, solo sentirme agradecida.
Siento que no se está perdiendo mi mensaje en el vacío, que llega mejor. Que mis palabras crecen con esas entregas. Me motiva a seguir escribiendo, a seguir actualizando este rinconcito de internet y acompañarlo, cada semana, con un boletín hermano directo a la bandeja de entrada.
Es por eso por lo que animo a los indecisos a acompañarme en estas Palabras que cuidan: no es solo un enlace a estas entradas que publico, es también haceros más partícipes de mis procesos creativos y de mi semana en general, todo con un toque más íntimo. Es un complemento del blog. Y, por supuesto, la garantía de que no os perdéis nada.