Hoy toca escribir una de esas entradas que no sabes por dónde empezar, de las que te haces un esquema previo para que no se te olvide nada y aún así sabes que algo se quedará por el camino. Me toca hoy escribir sobre cuando todo salta por los aires, cuando toca rehacer lo que piensas y quieres hacer de aquí a que acabe el año. Hoy hablaré de cambios.
No es que me asusten los cambios, me adapto a ellos todo lo deprisa que puedo y trato de sacarles todo el partido posible. Es solo que esta vez me han pillado todos a la vez y de sopetón.
Dos oposiciones seguidas
Sabía perfectamente que me enfrento a una y llevo estudiando para ella ya un tiempo, como he venido comentando por aquí a lo largo de varias entradas. A la vez, fantaseaba con que después del examen (para el que ya hay una fecha oficiosa, prácticamente oficial) me iba a dar un homenaje en condiciones y me iba a dar el lujazo de disfrutar un NaNoWriMo como ninguno, sin obligaciones.
Todo eso era lo que pensaba en un principio hasta que nos enteramos el viernes pasado de que tengo en el horizonte otra oposición, que será dentro de poco y después de la primera. Sin fechas aún, pero tampoco tardarán mucho en hacerlo. Por lo tanto, tendré que seguir estudiando más tiempo, con el cansancio que eso incluye.
Mis ganas de disfrutar de un NaNo épico y legendario, en el que no tenga que hacer nada más que preocuparme por escribir mucho, se han evaporado. No diré que no me apuntaré al reto, que me conozco y me pasa todos los años lo mismo, pero si lo hago no será ni por asomo una experiencia parecida con la que esperaba vivir sin obligaciones estudiantiles por medio.
Planificación literaria
En los meses que llevamos de 2018 mi planificación literaria ha sufrido ya varias modificaciones importantes. Entre un bloqueo literario muy en condiciones (que a ratos vuelve a llamar a mi puerta y se manifiesta, incluso por aquí), los cambios debidos a los cálculos por fechas de examen y lo que quiero conseguir (y ando intentando hacer) no he parado de trastocar planes.
En sí esto no es malo: o te adaptas o te mueres (¡hola, Callista Roy!). El problema viene cuando estás casi en junio y esto se te ha desmontado tantas veces que no sabes ya por dónde coger nada.
He decidido, de momento, reducirlo a lo simple: he retomado el reto 250, abandonado y vuelto a empezar miles de veces a lo largo del año. Mantener mi racha de escritura diaria es mi prioridad en estos momentos y a lo que dedico mis esfuerzos. El objetivo es seguir con una disciplina que antes tenía y no abandonarla, que su trabajo costó en su día implantarla en el día a día.
Más adelante, cuando esto ya vuelva a formar parte de mí otra vez, ya me pondré con lo que quiero reescribir y corregir. Y en cuanto me sienta preparada (y tenga tiempo para ello) ya me dedicaré a desarrollar el resto de proyectos e ideas que tengo en la recámara. Algunas se me van a morir de esperar ahí a que les haga caso.
La newsletter, Palabras que cuidan
Este es otro de esos cambios, esta vez por la ley de protección de datos que entrará en vigor el 25 de mayo. No quería dejar pasar la oportunidad de recordarlo por aquí también.
Me he visto obligada a mandar a mis suscriptores por correo electrónico para que actualicéis datos y permisos sobre lo que queréis recibir y lo que no. Necesito esto porque, si no lo actualizáis, entenderé que no queréis seguir recibiendo mis correos y, cumpliendo la ley, aprovecharé para hacer limpieza de la lista. Borraré a quienes no habéis actualizado los permisos.
Buscad bien en la bandeja de entrada, que algunos tenéis incluso dos correos míos por este tema.
Y si no estás suscrito aún puedes hacerlo aquí.
Dicho todo lo anterior, vuelvo a mi encierro semanal de estudio. Mandadme ánimos y deseadme suerte para que esta racha pase cuanto antes y pueda venir por aquí a contar algo diferente, para variar.