Sumergida en plena corrección de Silencio como me encuentro, hoy os quería compartir el método que utilizo en este momento del proceso creativo.
Sobre escribir a capas y corregir
Como ya comenté en una entrada anterior, mi método de escritura se podría explicar como escribir a capas. En resumen, mi proceso creativo suele ir así: aparece de pronto una imagen que poco a poco me va obsesionando cada vez más. A partir de ahí, ir planificando, alimentándome de lecturas, estudio de todas las variantes que se me ocurren en el cuaderno, escritura y más escritura circular, un manuscrito que poco a poco va cogiendo una estructura preliminar y puesta en orden en Scrivener.
Digamos que los primeros pasos no son muy específicos y pueden durar más o menos tiempo. Por ejemplo, con Catenarias, desde que la primera imagen vino a mí hasta que puse en orden todo en Scrivener y pude considerar lo que tenía entre manos como un manuscrito pasaron nueve meses (de pandemia, en concreto, que se vivieron casi como nueve años). Con Silencio, el manuscrito que estoy trabajando ahora, llevo diecisiete meses dándole vueltas (y las que quedan), pero tengo otras ideas para futuros proyectos que llevan bastante tiempo también ahí, en algún caso años incluso.
Y me gusta que sea así la escritura, que cada proyecto tenga su ritmo y se construya poco a poco. Gracias a eso, cuando llega el momento de la corrección el manuscrito es algo muy trabajado y puede llegar a ser más sencillo todo el proceso.
Tarjetas para corregir
Es ahí cuando entran las tarjetas en juego. Las clásicas tarjetas de cartulina que venden en las papelerías o en los bazares, las de rayitas, las que se pueden conseguir en internet buscando «flashcards». Esas son, para mí, ideales para la corrección de poesía.
Tras los pasos anteriores, una vez que el manuscrito considero que está más o menos completo en Scrivener, compilo e imprimo el documento resultante. En las siguientes sesiones de escritura leeré poema a poema, parándome en cada uno de ellos, viendo lo que funciona y lo que no y usando el margen del papel para ir anotando ideas nuevas que puedo pensar que mejore lo presente. Puede que no anote nada, puede que reescriba poemas enteros, no hay límites.
Cuando consigo terminar de hacer todo eso con el manuscrito completo es cuando paso ya a las tarjetas en sí. Escribo ahí cada poema resultante, con sus modificaciones y correcciones ya hechas en el paso anterior. Tenerlas en las tarjetas es sumamente útil porque así puedo expandir el resultado sobre la mesa, ordenar los poemas según el hilo conductor, ver si todos encajan con lo que quiero contar. Hace de este momento algo muy gráfico y visible, me ayuda a enfrentarme con el manuscrito de otra manera. Compruebo, en directo, si las ideas que había planificado de estructura (una de mis obsesiones, lo admito) o de hilos conductores van en buen camino o toca trabajar sobre algún punto.
Y ya con todo ordenado, reescrito, colocado en su sitio y las tarjetas habiendo cumplido su función, es cuando vuelvo a Scrivener y pulo el documento que tenía gracias a todas las modificaciones.
Es un proceso lento, como toda mi escritura, pero la paciencia del trabajo diario, despacio, con calma es lo que consigue que la corrección no sea ni martirio ni suplicio si no más bien algo que percibo como parte de la escritura continua, circular, que practico. Una capa más, sobre las anteriores, la que dota de sentido a todo el trabajo anteriormente hecho.
De vez en cuando vengo a leerte y no te había dicho que me gusta la web 😉
Es interesante cómo trabajas y cómo lo cuentas, porque las cosas que se hacen poco a poco, sin prisa ni pausa, cuidando y cultivando lo que haces, al final siempre dan como mínimo la recompensa de crear algo coherente contigo.
¡Gracias por escribir!
Me alegra leerte por aquí, Antón.
Lo bueno de trabajar a mis ritmos es que el proceso lo hago disfrutando cada detalle, no me enfrento al papel como si fuese una obligación. Y es algo que hace que me guste más todo, salga lo que salga al final. Es coherente conmigo, como tú dices.
Gracias a ti por leerme. Un saludo.