Leo desde la rabia. Trabajo desde la rabia. Estudio desde la rabia. La rabia me invade. Lo hace desde hace una temporada, se mezcla con todas las emociones negativas que han supuesto el encierro y las condiciones de trabajo. Se añade el ingrediente de injusticia del EIR y su cálculo de expediente.
Y así, entre unas cosas y otras, soy toda rabia. Soy alguien que intenta ir hacia delante a pesar de que esté cansada y se haya convertido durante semanas y semanas el único elemento funcionante de un equipo de trabajo de más gente. Alguien que solo ha podido tomarse un respiro, si es que se puede llamar respiro a trabajar en condiciones, en días contados cuando el equipo variaba. Soy alguien que ha ido explotando poco a poco, en ocasiones muy concretas, por acúmulo de rabia. Como cuando me harté del ninguneo a mi historia en Mujeres en construcción, por ejemplo. O el pasado viernes con mi coordinadora.
Soy toda rabia y desde la rabia lo noto: no puedo más.
Y ya casi no es una cuestión de coronavirus, aunque tiene sus cosas. Callarse tanto tiempo tantas cosas que están pasando y no puedo hacer públicas no debe ser muy sano. Es un sumatorio de todo.
Me conozco. Desde la rabia, desde este fuego interno que no deja de arder y que me hace combustionar, para lo bueno y para lo malo, es cuando estoy dando lo mejor de mí. Porque esta rabia me empuja a hacerlo, a mantener el ritmo, a ir como si un doble bombo marcase mis pasos. Es lo que me hace llevar el estudio al día, cosa que llevaba sin pasarme demasiado tiempo como para creérmelo.
Leo desde la rabia. Anoto desde la rabia. Busco palabras para expresar esta rabia, para darle forma entre los dedos, que mis manos se llenen de ellas y se conviertan en algo más creativo, más suave. Algo que no me dañe. Porque junto con esta rabia el «no puedo más» está viniendo de la mano. Cada vez con más fuerza. Cada vez apropiándose más y más de mi mente. Y no pienso permitir que la rabia acabe con la estabilidad mental que me queda.
Dejar que esté ahí, desahogarme, usarla como combustible para avanzar, sí. Dejar que me consuma hasta la extenuación, no.
Desde la rabia pienso levantarme, como tantas veces antes he hecho. Pienso hacerlo con más ganas, más fuerzas, con algo nuevo bajo el brazo en forma de versos. Con más libros leídos. Con mis objetivos claros. Con más proyectos y más por delante, todo cubierto de esa luz que sé que irradio cuando canalizo la rabia para algo productivo. Se convierte en mis manos en la fuerza más poderosa para impulsarme, siempre lo ha sido.