No sé si os pasa a vosotros, los que preparáis el EIR, pero a una servidora eso de estudiar en verano me cuesta una barbaridad. Las tentaciones estivales son muy poderosas y si a eso sumamos el hecho de querer llevar adelante una oposición (y en mi caso también la escritura) mientras trabajo hace que no rinda bien del todo.
Esta situación, para muchos de nosotros, suele ser temporal, lo que nos dure el contrato de verano. Pero en estos momentos estáis leyendo a una enfermera feliz a la que le va a tocar compaginar estudio y trabajo durante bastante tiempo, así que tras una semana poniendo en orden algunos asuntos aquí vengo a compartir felicidad, los últimos cambios en mi vida y cómo me afectará de cara al EIR y a eso de escribir.
Renovar mi contrato.
Desde que el pasado viernes firmé el nuevo contrato estoy con una euforia que casi no me la aguanto. No es solo que vaya a seguir en un sitio que me gusta, que ya de por sí eso es un gran aliciente, es el hecho de saber que será para más allá del verano. He tenido una suerte que a ratos no me la termino de creer del todo por lo bien que me está yendo este año, que no me ha tocado irme con la maleta a cuestas a recorrerme media España para trabajar.
Voy a seguir aprendiendo muchísimo mientras dure la experiencia. Y espero que eso también ayude a hacer un buen EIR, a base de repasar cosas que hasta ahora no había tocado como profesional.
Estudiar y escribir.
A veces, mientras trabajamos en verano, tenemos la seguridad de que eso será algo temporal y, bueno, adaptamos la rutina como podemos pero sin hacer grandes cambios. Ahora viene cuando todo eso de lo que he hablado en ocasiones anteriores (trabajar y estudiar, y además escribir) tocará implementarlo y planificar aún más al dedillo las horas si quiero que cundan más.
La verdad es que hasta hace poco no me había ido mal, pero tengo que confesar que he fallado varios días en el reto 250. Había momentos en que era más prioritario para mí acabar ese tema que se me llevaba resistiendo muchos días o hacer ese test que se me acumulaba en la lista de pendientes. Ahora ando un poco más despejada en cuanto a estudio, al menos voy al día, pero eso no quita que no tenga trabajo por delante.
A cambio, los ratos en que me he puesto hasta ahora y no he dejado de lado la escritura los he centrado en mi meta a más corto plazo: presentar mi último poemario a concurso. Valía la pena echarle un par de vistazos más, corregir lo que se me pasó por alto, cambiar el orden de un par de poemas y, en definitiva, prepararlo y dejarlo listo para el registro y envío. Así que ahora que me he quitado esto de encima espero darle más caña a la historia que empecé hace poco, que estoy en ese punto del inicio que me cuesta más (y del que os hablé la semana pasada).
Cambios en el día a día.
Saber que no va a ser esto algo temporal, que va a ir en principio para más tiempo y que todo lo que he hecho hasta ahora no quiero perderlo, quiero seguir aprovechando al máximo todo, me ha hecho coger por banda el calendario semanal de trabajo y estudio y ponerme las pilas. La agenda echa humo en estos momentos, pero está mereciendo la pena: casi puedo dar por finiquitada la primera vuelta, aunque aún me falten algunas cosas por repasar y tests que hacer.
Se trata de ponerme una meta semanal y dividirla en pequeñas metas diarias. Se trata de que sé que ahora tengo la mitad del día para estudiar y tengo que aprovecharlo al máximo, hacer que esas horas cundan todo lo posible. Y cumplir ese horario que, por suerte, ya tengo más que comprobado que puedo hacerlo (estos días han dado para probar un poco).
Me da, estoy segura, que esta no será la entrada más elaborada del mundo, pero es una donde he podido plasmar un montón de cosas que me han ido rondando sin parar por la cabeza en los últimos días. Tengo alguna más en mente para el futuro, sobre todo de escritura, pero si tenéis alguna sugerencia, algo sobre lo que queráis que hable soy toda oídos. Estaré encantada de leer vuestras sugerencias.
Feliz semana y que os vaya bien con los turnos y descansos.