Llevo sintiéndome de un tiempo a esta parte muy dispersa.
No sé si esta dispersión empezó exactamente con el fin del EIR en marzo, con el punto y final de mi libro Catenarias, con otros acontecimientos vitales personales, si es cosa del verano y el calor o un efecto acumulativo de todo lo anterior junto con el ingrediente pandemia. Lo único que sé es que esta sensación de falta de concentración me persigue.
Para alguien acostumbrada, como estoy, a aprovechar estas horas de verano, de un verano en que además no estoy estudiando, para hacer cosas creativas de cara al resto del año, esta dispersión la noto aún más si cabe.
Por ejemplo, cuando pretendo centrarme en esta web, en mi Plan de cuidados literario, y planificar las entradas que me quedan de aquí a que acabe el año lo noto. Muchas, por suerte, ya las tengo más o menos claras desde hace un tiempo. Alguna, incluso, está ya escrita o en proceso de que la vaya escribiendo, como la de las lecturas del año. Pero me dejé pendiente unos cuantos huecos entre agosto y septiembre y me está costando muchas vueltas pensar en temas que me pudiesen interesar lo suficiente como para que salga algo medio decente que publicar por aquí.
Otro ejemplo también sería la escritura. Desde siempre he solido aprovechar el verano y sus horas muertas para escribir lo que sea. Las infinitas mañanas libres en el balcón junto con un bol de fruta son un clásico en mí, con el portátil delante y dejar que la inspiración haga su trabajo. En muchos casos han salido de ahí proyectos más o menos planificados, las ideas del NaNo y posts muy interesantes. Este año mucho de ese trabajo de planificación, el previo a la escritura en sí, lo tengo hecho ya, pero aún así todo lo que requiere sentarse y dedicar atención, probar opciones y pensar en proyectos literarios se me está haciendo completamente cuesta arriba. Ni a la de tres consigo centrarme en nada cuando lo intento.
Sobre el estudio no puedo hablar en este caso porque decidí darme de descanso hasta que empiece la academia las clases para preparar las oposiciones, en septiembre. Antes prefiero dejar la mente reposar y que coja fuerzas para la que se le viene encima, que no va a ser chica. Es por eso que no tengo ni idea de si en ese aspecto del estudio estaría así de dispersa o no, pero viendo la deriva del resto tampoco me extrañaría lo más mínimo que estuviese sin conseguir leer dos líneas seguidas enterándome de algo.
Por supuesto que todo esto es frustrante. Dentro de mi día a día, mi rutina creativa era algo que ocupaba un tiempo que era para mí bastante importante, no ya por cantidad, más bien por calidad. Se ha ido reduciendo, no he conseguido más que ir leyendo e ir anotando alguna cosa. Pero no mucho más. Tampoco me quiero forzar porque entiendo que parte de lo que me pasa es un cansancio mental extremo que llevo arrastrando desde hace bastante tiempo.
El libro, en ese aspecto, ha sido como poner un espejo frente a mí. El hecho de publicarlo en sí me está dando una alegría tremenda y estoy disfrutando con el proceso muchísimo. La revisión de las galeradas ha sido un bofetón a mano abierta. Sin piedad. Ha sido recordarme el punto de partida y el proceso de todo un año. Ha sido recordarme hasta qué punto había dolido todo. Tanto que, ya digo, ha sido como ponerme delante de un espejo y darme cuenta, de pronto, que estoy cubierta de cicatrices y he sangrado más de lo que me había imaginado.
Tremendo.
Las lágrimas me empezaron a rodar sin que me diese cuenta cuando empecé a revisarlo todo y no paré de llorar hasta que terminé. Y aún con todo eso, estoy orgullosa de lo que he escrito. Pude poner palabras al dolor y es el resultado exacto de lo que quería transmitir.
Así que, visto en perspectiva, tampoco me extraña mucho esta dispersión. Ha sido un camino largo. Así que este año me parece a mí que en lo que queda de verano me dedicaré a la entrada semanal, sin complicarme demasiado. Y si surge algo más para escribir, bien, si no también. Mi mente pide a gritos que descanse y, viendo todo a vista panorámica, es comprensible.
Ya habrá momentos, más adelante, para seguir escribiendo.