Escribir, como tal, es una actividad que llevo practicando desde la adolescencia de forma más o menos seguida. No fue hasta 2009 cuando tuve la primera idea de un posible proyecto literario, algo que fuese más allá de los textos sueltos, y fue en 2010 cuando, por consejo de Elena Cardenal, comencé con los cuadernos.
Desde entonces hasta ahora han pasado muchísimas cosas. Otras tantas han cambiado. Cuando miro mi viejo archivador donde guardo todo ese material antiguo es cuando más consciente soy de ello.
En la entrada de hoy resumo, de forma general, algunos de los cambios más importantes a lo largo del tiempo en mi forma de trabajar como escritora.
Tenía multitud de ideas
En los inicios, cualquier cosa podía ser susceptible de ser escrita. Cualquier idea recibía pronto pábulo para que engordara. De cualquiera de ellas escribía y escribía toda clase de guiones e ideas para hacerlas crecer y desarrollarlas.
Todo eran ideas, ideas y más ideas. Ideas que, en realidad, la inmensa mayoría no me llevaban a ninguna parte.
Con esto, desde luego, aprendí que no todo vale. Actualmente dejo pasar un tiempo prudencial antes de ponerme a escribir nada en serio para ver su viabilidad real. El tiempo que tengo es más ajustado que entonces, por lo que priorizo.
Escribía muchísimo a mano
Y cuando digo que escribía muchísimo a mano quiere decir muchísimo: guiones completos, como el de un proyecto de historia fantástica que jamás llegué a avanzar más allá, capítulos enteros de historias (mi primera «novela» está entera escrita a mano), fichas de personajes y lugares, fichas de proyectos… Folios y folios llenos de tinta azul del boli Bic que solía usar.
Ha cambiado el material de escritura, que ahora hago todo lo que puedo con pluma, pero por lo demás el resto no ha variado demasiado. De aquellos barros estos lodos, sí.
Sigo escribiendo mucho a mano, mis cuadernos dan fe de ello. Bastantes poemas y entradas, como esta de hoy, nacieron a mano. Me ayuda a desbloquearme cuando no sé cómo seguir o qué escribir. Pero ni mucho menos hago todo a mano como antes.
Está claro que las plumas, con mis problemas de muñeca, y Scrivener me han facilitado la vida en todos los sentidos.
Tenía varios proyectos en marcha a la vez
Si algo me enseñó la experiencia, si algo considero que ha sido el mayor aprendizaje de todo este tiempo escribiendo es que no sirvo para ser multitarea en cuanto a proyectos se refiere. Y no pasa nada por ello.
Eso no lo sabía al principio y quería escribir todo a la vez. Dos o tres proyectos, alternar entre ellos, planificar a la vez… Todo lo quería intentar llevar a la par.
No funciono así, y admiro a quien es capaz de hacerlo, pero yo desde luego que no. Bien es posible que pueda tener varias ideas, no digo que no. Puedo ir apuntando cosas que se me ocurran de una mientras escribo otra, pero de ahí no paso, no voy más allá.
Si me centro en algo, trabajo ahí hasta el final. Lo hago así porque sé que es la única manera que, hasta ahora, me ha funcionado para escribir realmente lo que quiero escribir, de centrarme y terminar lo que empiezo.
Porque al final importa eso, terminar proyectos.
Soy una escritora lenta
Con los años, con el entrenamiento (los NaNos me han ayudado mucho con esto) y con no tener tanto proyecto acaparando mi atención a la vez he mejorado muchísimo en cuanto a tiempo de escritura se refiere.
Aún así me sigo considerando una escritora lenta. Quitando el caso de Catenarias, que en un año desde la primera idea lo tenía ya terminado, en general tardo mucho más en escribir.
No es malo. Son mis ritmos, combinado con mi vida como enfermera (y en muchas ocasiones, opositora) los que me hacen trabajar así. Y respeto estos ritmos así como son, no trato de exigirme más.
Necesito, primero, cierto tiempo para saber si la idea que tengo va hacia algún lado, si tiene posibilidades. Luego, necesito pensar en papel todas las alternativas que se me ocurran al respecto, anotar y anotar hasta que tengo todo claro.
No suelo hacer guiones, en ese aspecto soy una escritora muy brújula, pero necesito tener muy claro el hilo conductor desde el principio para poder empezar. Y hasta que no lo tenga, tarde lo que tarde, sé que no empezaré a escribir nada por más ganas que tenga.
Me tomo mi tiempo para dejar que el libro crezca en mí antes de escribirlo.
Luego, un empujón como el NaNo y va saliendo solo, pero para llegar a ese punto requiere un largo trabajo previo. Es por eso por lo que tardo tanto en escribir, realmente.
El momento actual
Ahora me veo con tres ideas en la recámara, a cual más interesante que la anterior. Pero también veo ese crecimiento con el tiempo que comento aquí. No pretendo, pues, escribirlas todas a la vez. Ni siquiera planificarlas.
Lo único que hago ahora mismo es anotarlas. Las dejo por escrito bien claritas, las guardo y me centro en una de ellas, en este caso Silencio. Ya veremos más adelante qué pasará con el resto y, si acaso, merece la pena que les dedique tiempo.
Un artículo de retrospectiva, cómo me gusta.
Con el tiempo, vamos conociéndonos mejor y sabemos en qué fallamos y qué se nos da mejor. Yo tengo ahora un parón del que no tengo muy claro cómo salir, pero sé que saldrá el sol y volveré a escribir.
El NaNo es una de las ocasiones que mejor vienen para escribir. Aunque sea solo por la motivación inicial, ningún bloqueo puede con ese empujón. Y si además ya tienes la historia medio cocida en tu cabeza, el resto es echarle tiempo.
Este tipo de entradas me gustan porque, después de todo el tiempo que hace que nos conocemos, me doy cuenta de que la evolución está ahí y me inspira mucho a ver las cosas de otra forma. Eres una gran fuente de inspiración, en serio, de corazón y como amiga.
Un besazo enorme.
De vez en cuando toca echar la vista atrás y ver cómo se ha llegado al punto actual. Aprendo mucho haciéndolo, la verdad.
Gracias, como siempre, por tu comentario y tus palabras.
Un abrazo enorme.